miércoles, 31 de diciembre de 2008

SILENCIO... VIVIMOS. (Enero 2008)




Teatro Fígaro-Adolfo Marsillach.


Autor: Adolfo Marsillach.
Adaptador: Paco Mir.
Director: Josep María Mestres.
Intérpretes: Carlos Heredia, Laura Domínguez, Gracia Olayo y Sergio Torrico.


MARSILLACH; TAN LEJOS, TAN CERCA...

A seis años de la muerte de Adolfo Marsillach, su hija ha tenido la buenísima idea de poner el nombre de su padre a uno de los clásicos teatros de la capital así como el enorme acierto de comenzar esta nueva andadura con la puesta en escena de unos textos escritos por el gran hombre de teatro. Paco Mir y Josep María Mestres son los artífices de “Silencio... vivimos”; una serie de relatos concebidos en los años sesenta que recogen la ternura, el humor, la ironía, la capacidad de ver más allá del blanco y negro de una España que quería salir del oscurantismo en que vivía y la indiscutible inteligencia de Marsillach. El amor y el desamor a un tiempo; la imposibilidad de volver a saborear una virginal felicidad que lo es gracias a la incógnita de un futuro que llevará consigo la cruel respuesta; la dulce desesperanza de una espera eterna... y la más que actual, decisiva y amarga reflexión al respecto de la servidumbre forzosa de la calidad en pos de una comercialidad que cercena la inteligencia, alimentando la incultura... No hay nexo que una estas historias, pero una extraordinaria coherencia las enlaza, como si hubieran estado esperando desde siempre este momento. Cuatro magníficos intérpretes envueltos en los televisivos colores de antaño, delante de una escenografía casi cinematográfica y con una cuarta pared integrada por completo en la más que agradecida evocación, nos devuelven la voz y la genialidad del maestro; nos devuelven su actualidad, su carácter crítico y rotundamente tierno... nos devuelven la memoria del hombre de teatro que algunos sólo conocimos a través de los libros y de la televisión... Nos queda aún mucho por redescubrir de Adolfo Marsillach, algún que otro texto dramático sin estrenar... ojalá éste sea el comienzo definitivo.


Sofía Basalo.


miércoles, 24 de diciembre de 2008

LA CANCIÓN DE MARGARITA (Noviembre 2006)




Teatro José Monleón de Leganés. Festival Internacional Madrid Sur.

Guión y dirección escénica: Inés Boza.
Colaboración en dramaturgia: Pablo Ley.
Creación e interpretación: Sarah Anglada, Alba Barral, Anna Briansó, Viviane de Morales, Nel-lo Nebot, Mercedes Recacha.
Música: Arvo Pärt, Banda Iónica, Evanthia Reboutsika.
Compañía Senza Tempo (Cataluña)

LAS PALABRAS DE UNA CANCIÓN.

No han ido a buscar la guerra. La guerra emerge de la memoria como una censura terrible que hace que todo quede sumergido en la cautela de un silencio expectante, acusador y temeroso. En ese silencio respiraron muchas canciones, dormidas entre esperas interminables, cansadas de ser sólo un recuerdo mutilado por el miedo y la vergüenza... en ese silencio quedaron sepultados los pasos de aquellas mujeres, de esa mujer que recorrió un país para encontrar el cuerpo callado para siempre de su marido... de aquellas mujeres... de esa mujer que dejó de hablar el verano sin sol de 1936... de aquellas mujeres... de esa mujer que se quedó buscando eternamente el cuerpo de un hijo.. de esa mujer que camina por la vida buscando, entre todos los abrazos, el abrazo de su hijo... de aquellas mujeres... de esa mujer, niña aún, atrapada entre las voces austeras de un hombre, atrapada entre las miradas hirientes de otras mujeres que caminan a su lado, que la observan, que la ignoran en un silencio humillante... de aquellas mujeres, de aquellas sombras sobre las que se escribió la historia, de aquellas voces, protagonistas anónimas de una lucha silenciosa y constante... de aquellas mujeres habla “La Canción de Margarita”.
El hilo argumental que conduce esta propuesta es la memoria. Son las voces, los pasos, los nombres, los rostros de cinco mujeres... de todas las mujeres... que se quedaron en las páginas de la historia que nunca hemos podido leer... Pausadamente nos introducimos en nuestro ayer. Los recuerdos de estas mujeres comienzan antes de la guerra. Transcurren los días de la Segunda República. Las cinco intérpretes que darán vida y fuerza a estas mujeres pasean, cantan, ríen... como aquéllas... en un espacio luminoso y colorido... como sus ropas... La música cesa. Las cinco intérpretes más un hombre que representará “la ausencia poética masculina” dejan de cantar... se instala el silencio y la oscuridad. El dolor, los gritos... Una a una surgirán ante nosotros las historias, los recuerdos de cinco mujeres. Unas proyecciones nos regalarán su rostro. No son historias anónimas. No es un dolor anónimo el que se respira sobre el escenario del Teatro José Monleón.
Inés Boza, directora de la compañía catalana “Senza Tempo” es también, la creadora de este montaje que se estrenaba en Madrid el 17 de noviembre, tras su presentación oficial en el Festival del Grec, el 20 de julio.
“La Canción de Margarita” es un homenaje a aquellas mujeres que nos dieron la vida y la memoria. Entre ellas respira la fragilidad de La Margarita de Fausto, la convicción de Antígona, la desesperada locura de Winnie... en sus felices días... la abnegación de La Tía Tula... la niña muerta de la prodigiosa luz que nos dejó García Lorca...
A partir de una más que interesante y equilibrada unión entre el lenguaje de la danza y el teatro surgen los ecos de un silencio inmerecido. Surgen las historias que nos desvelan nuestra identidad. Surgen los abrazos, nunca suficientes, hacia una mujer que canta con la voz de todas las que fueron... Surgimos las mujeres de hoy, que en un ejercicio de dignidad casi obligada, recogemos la historia que nos fue robada, los pedazos de vida, las miradas, la luz, la sonrisa, la caricia que una mujer llamada Margarita guardó celosamente en el hatillo que portaba cuando inició su peregrinar... en busca de su amor...

Sofía Basalo.

domingo, 21 de diciembre de 2008

AY CARMELA (Abril 2006)




Teatro Auditorio Federico García Lorca. Getafe.


Autor: José Sanchis Sinisterra.
Dirección: Miguel Narros.
Intérpretes: Verónica Forqué y Santiago Ramos.

VEINTE AÑOS NO ES NADA...

Carmela y Paulino son dos artistas. Dos perdedores... En una guerra todos pierden... En medio de esta contienda, ellos continúan trabajando, continúan recorriendo los pueblos “atrapados por la marea roja”... continúan recorriendo la España republicana... Una noche cruzan la frontera y son capturados. Los militares fascistas descubrirán pronto, su profesión y les encomendarán una misión humillante y ruin.
Carmela (Verónica Forqué) y Paulino (Santiago Ramos) son conscientes del público al que va a ir dirigida su actuación... la dignidad profesional y humana, el miedo, el sometimiento, el valor, la pasión, la sensibilidad más allá de cualquier ideología que, también, la hay, serán los elementos que lleven de la mano a nuestros dos protagonistas hacia un final, quizá, esperado.
Carmela es fusilada. Paulino continúa viviendo en el color de una camisa que no le sienta bien y que no tiene más remedio que abrazar.
La obra escrita por José Sanchis Sinisterra comienza con el reencuentro de ambos... en un escenario todo es posible, decía Peter Brook. En el escenario vacío y desangelado del Teatro Goya, ese encuentro es posible... como lo son esa charla llena de humor, esa antesala celestial en la que todos se preguntan dónde está San Pedro; ese poema dedicado por el escritor ya borroso, por el tiempo, cuyo cuerpo agujereado la abraza y la saluda sonriente, preguntándole “Paisana, cómo tú por aquí...”; ese membrillo, cuyo sabor se ha quedado en el presente austero y terrenal de un país herido y moribundo... Todo es posible en ese teatro donde duermen los recuerdos tricolores de un hombre que quería ser cantante lírico, que aprendió a hablar italiano y que lo ha perdido todo... No le queda nada más que una vida de rodillas y silencios...
¿Quién pierde más, cuando la vida y la dignidad se miran, cara a cara, en un duelo excluyente: Aquel que decide ser libre (aquella en este caso), que decide caminar a través del sendero que el corazón le indica, que decide mirar a los ojos a sus semejantes, cobrando así, el valor suficiente para mirarse a sí misma... o aquel que decide sobrevivir, que no se cuestiona la humillación, que decide no escucharse, para no borrar de sus ojos los dictados injustos de un ser miserable... aquel que somete su libertad a la rutina incolora de un día a día alienante... aquel que opta por exiliarse de sí mismo para, al menos, poder respirar...?
Paulino es el perdedor de esta obra... aunque lo único que tengamos sea la vida... aunque ella esté muerta y no pueda sentir en su piel el tacto de un beso... Paulino es el perdedor de esta obra, porque esa noche se perdió a sí mismo, al degradar lo más valioso que posee, su persona, por un sometimiento cobarde y, a pesar de todo, comprensible...
“¡Ay Carmela!” es una de las mejores obras, uno de los mejores textos contemporáneos que tiene nuestro teatro. Por él pasa el tiempo, pasan las funciones, dejando en sus páginas la caricia dulce y sutil de la memoria, la mirada emocionada y conmovida de varias generaciones que han podido ver, que hemos podido ver, junto a Carmela a ese público, más allá de las butacas, más allá de las fronteras geográficas y lingüísticas... Varias generaciones que se han visto a sí mismas en los ojos de esa mujer que, envuelta en una bandera, es capaz de dejar sobre el escenario su dignidad, más alta, más fuerte que cualquier disparo atronador que pretenda matar lo que, a fin de cuentas, resulta ser eterno...
Verónica Forqué vuelve a ser Carmela, en un círculo mágico y emocionante. Santiago Ramos es Paulino. Ambos, dirigidos por Miguel Narros, llevan a cabo un trabajo magnífico, extraordinario. Nos hacen reír, casi llorar, en unas interpretaciones muy cómplices, muy compenetradas, en las que hacen fácil lo difícil..
Verónica Forqué me dijo que “su escena” es el reencuentro de Carmela con Paulino, en ese escenario donde todo es posible... Yo no podré olvidar ese final. Esa mirada conmovida de Carmela hacia un patio de butacas lleno... de vida... Ese empeño, esa preocupación maternal, porque aquellos jóvenes pudiesen aprender a pronunciar el nombre extraño del lugar, en el que un mal día, unos fascistas tomaron la triste y vergonzosa decisión de robarles la vida....

Sofía Basalo.

viernes, 19 de diciembre de 2008

NOVECENTO. (Mayo 2006)



Teatro Galileo.

Autor: Alessandro Baricco.
Dirección: José A. Ortiz.
Intérprete: Ricardo Luna.
Piano: Alberto Paz.
Compañía de Teatro Ñaque.


VALÍA LA PENA CONTARLO.

Lo que se descubre en los ojos de la gente, de un niño, de la persona amada, del ser que te mira con curiosidad, no es aquello que ha visto, aquello que ha vivido, aquello que ha amado, ni tan siquiera aquello que ha soñado. Lo que se descubre en los ojos de la gente es aquello que vendrá, aquello que verá, aquello que será presente en un futuro próximo, aquello que será hoy en un mañana venidero... ¿Qué vio Danny Boodman T.D. Lemon Novencento en los ojos de los pasajeros del trasatlántico Virginian durante toda su vida? Yo creo que no vio nada. Creo que buscó a lo largo de su vida ese impulso que le invitara a vivir fuera de los brazos cálidos de un barco, de su barco; creo que buscó una vida más rica lejos de la húmeda caricia del mar; creo que buscó ese paisaje cercano que llega hasta nuestros labios, hasta sus labios, más allá de una mirada contemplativa desde el otro lado del horizonte; quizá buscó la belleza que intuía en aquello que nunca vio, y fue en su mente, en su imaginación, en sí mismo.
No encontró nada. No vio nada. Al bajar las escaleras, una inmensidad asfixiante, agobiante, abrumadora y gris le habló... tal vez ni le habló; amenazó con quedarse con sus sueños, con su capacidad para sentir, para ser... tuvo ante sí a esa gente y la vio sumida en un todo impersonal, autómata e irremediablemente alienante. ¿Somos nosotros mismos en nuestra cotidianidad. Podemos Ser en el enjambre anónimo de una inmensa ciudad atrapada en el tiempo, en los minutos, en las decisiones ajenas que se autocalifican nuestras. No es lo que nos rodea algo demasiado grande para, en su inmensidad, sentirnos como seres humanos, como personas. No es el mundo algo desmedido para alguien tan pequeño como un ser humano...?
Novecento no fue cobarde, podría entenderse que, en cierto modo, sí lo fue. ¿No nos enfrentamos cada día al mundo?... ¿Por qué él no?... Él renunció al Todo, para tenerse a sí mismo. ¿No es más cobarde sumergirse en el interior de una sociedad alienante, para no tener que enfrentarse a uno mismo. No es más cobarde quien no se mira, para, de este modo, no tener la oportunidad de verse...?
Novecento quiso seguir siendo persona hasta el final, hasta el momento en el que el trasatlántico Virginian no pudo continuar su baile con las olas, bajo la luz de las estrellas...
La compañía de Teatro Ñaque ha tomado este maravilloso cuento para ser narrado en voz alta y lo ha hecho de un modo exquisito.
Ricardo Luna está espléndido en una interpretación llena de matices. Es ese amigo inseparable del mejor pianista del mundo, es ese compañero que en un momento dado, necesita regalarnos el recuerdo de una persona diferente que, de una manera u otra, logró hacerle diferente a él, es ese camarada que guarda en su memoria la mirada más intensa, la última mirada de aquél que una vez prefirió marcharse, a ser eternamente Nada, en un mundo que no es capaz de valorar la vida; es ese pianista abrazado a su hogar, mirando eternamente la belleza de un país al que nunca arribará, haciendo suya la belleza de un país al que nunca llegaremos aunque respiremos su mismo aire.
Este montaje, sencillo y hermoso, tiene momentos de una intensidad lírica conmovedora. Quizá todo él, es un poema, un canto a la libertad, suave, sutil y mágico.
El pianista de nuestro particular barco teatral, Alberto Paz, está notablemente inspirado. Consigue dotar a cada atmósfera de un sabor nostálgico y sentimental absoluto; viste los recuerdos, las palabras, la voz del actor en una partitura muy dulce, muy evocadora...
“Novecento” es pues, un cuento hermoso, envuelto, en una puesta en escena muy cuidada, muy mimada. Un regalo maravilloso capaz de mantener y conservar su singularidad, su particularidad, su identidad más allá del eco suavemente húmedo de una leyenda con sabor a mar.

Sofía Basalo.

martes, 16 de diciembre de 2008

TÍO BOB (Abril 2008)



Teatro Arenal.

Autor: Austin Pendleton.
Adaptación: Sandra Blakstad y Juan Calot.
Dirección: José Luis de Damas.
Intérpretes: Miki Molina y Carlos Pulido.

SIN COMBATE.

Ciertamente el texto de Austin Pendleton es un combate a corazón abierto. Un combate dialéctico tras el cual laten presurosos y llenos de angustia los miedos de dos seres que intentan vivir lo más alejados posible de lo que realmente son. Bob es un hombre solitario, desencantado quizá de una sociedad hipócrita y vacía; asentada en una superficialidad que la convierte en un ente evanescente e incoloro. Bob odia, desprecia incluso lo que desea, lo que necesita, lo que quiere en el fondo. Bob pretende convencerse de que va a morir solo, necesita morir solo sin la compasión falsa y hueca de una mujer que anhela verlo muerto, de un hermano que lo detesta en unas fotografías contempladas día a día con emoción, de un sobrino que le echa en cara lo que lleva duramente a cuestas... Bob es un hombre lleno de amor. Un amor que ha esperado años, que ha negado generosamente, que ha guardado entre las páginas de unos libros que escribió consiguiendo ser, quizá, lo que no se reconoce... un amor que encuentra su reflejo en los ojos de un sobrino que tiene una novia a la que no ama, que se duele de un padre que lo desprecia, que acude a la llamada silenciosa de un tío al que adora... sin saberlo, sin admitirlo, sin poder evitarlo... Los insultos, los golpes, las humillaciones se suceden necesariamente para poder extraer de las ruinas de esas dos vidas la fuerza incorruptible del amor, la fuerza invencible de la dignidad, de una verdad que nos hace libres del verdugo más implacable, aquel que conjuga su delito en primera persona.
Miki Molina ha escogido un buen texto para emprender su primera aventura como productor. La puesta en escena es notable. Él mismo como Tío Bob resulta veraz, auténtico. Con intensidad y fuerza cuando el personaje lo requiere. Podría incluso estar sobresaliente si a su lado tuviese a un actor solvente, pero desde mi perspectiva, no es así. Carlos Pulido no cuenta con la entidad que necesita un personaje tan complejo, tan problemático, de tantos matices. No expresa más que la superficie de un joven que desprecia a su tío porque se desprecia a sí mismo. La fuerza que alguna vez emana de él lo hace de un modo anodino. Con lo que ese combate a corazón abierto rara vez se manifiesta sobre el escenario... entre otras cosas, porque tengo la impresión de que Carlos Pulido se deja el corazón en el camerino...

Sofía Basalo.

lunes, 15 de diciembre de 2008

CARNAVAL (Marzo 2008)




Teatro Bellas Artes.

Autor: Jordi Galcerán.
Dirección: Tamzin Townsend.
Intérpretes: Nuria González, Víctor Clavijo, Violeta Pérez, Noelia Noto y César Sánchez.

... CRUEL CUENTA ATRÁS...

“¿qué le pasa a la gente?” se pregunta en una ocasión la inspectora María Garralda (Nuria González). Inmersos en un “Carnaval de locos” el sinsentido más absurdo y tenebroso envuelve nuestras vidas; nos somete al miedo, nos paraliza, nos obliga a escondernos en las sonrisas falsas de unas máscaras tras las que contemplamos una realidad asfixiante. El punto de partida de “Carnaval” es el secuestro de un niño de tres años. El contexto ante el que el espectador está situado es la investigación a ciegas de este hecho. Una llamada anónima a una emisora de radio apura la labor de unos policías perdidos en un mar de sospechosos y en un desierto de móviles, posibles causas, hipotéticos métodos...
El reloj es un personaje más en esta apuesta. Quizá el protagonista; pues la acción se desarrolla en tiempo real y en un momento dado será el que no otorgue ni un solo respiro a los personajes, obligados a encontrar un motivo, una dirección, una identidad para salvar la vida al niño que hace dos días desapareció de un parque.
Jordi Galcerán consigue una vez más que el espectador se concentre de forma absoluta en lo que está viendo e incluso en lo que adivina a través de los ojos de los intérpretes. La tensión y el ritmo a partir del momento en el que la madre llega a la comisaría son extraordinarios, más aún cuando descubren que en sólo treinta minutos habrán de dar con el autor del delito. El texto está repleto de juegos de palabras, de humor negro e inteligente, aunque no acaba de cuajar. No hay en él un “cierre” perfecto como el que consiguió con “El método Gronholm” sin ir más lejos.
Por otra parte, la interpretación adolece de ciertas carencias, quizá se deba al poco rodaje que tiene la propuesta. A Pedro Miralles (Víctor Clavijo) se le olvida de vez en cuando que para llamar por teléfono debe marcar el número previamente; así mismo, la vocalización de este actor es notablemente deficiente. La aparición de Noelia Noto en escena, como la experta en informática, ralentiza el ritmo de la función, tal vez así se haya concebido este personaje, no lo sé.
Sin duda, la “estrella” de la obra es Nuria González, y con toda razón. Su trabajo es enérgico, con un absoluto dominio y con la extraordinaria capacidad para, tras ver lo que ocurre al expirar el plazo dado por el anónimo secuestrador, derrumbarse emocionalmente.
Sinceramente, esperaba más de este “Carnaval”, de este thriller policíaco, de esta hora y media sin respiro. Quizá sea el texto, quizá el desigual reparto... quizá un final tan poco inspirado... ¿Hemos de rendirnos al miedo, como se rinde la, en un principio combativa, inspectora Garralda... hemos de rendirnos al sinsentido de unos “locos” que sin dar un plazo “en condiciones” y “sin reivindicar nada” hacen del mal su único eje...?... Sin duda es comprensible, pero el autor deja muchos cabos sueltos... tal vez, todos... quizá, por otro lado, ésa sea la firma del mal por el mal mismo... no hay razones, no hay motivos, no hay porqué... cualquiera puede ser el objetivo...

Sofía Basalo.

jueves, 11 de diciembre de 2008

SOLDADOS DE SALAMINA (Mayo 2007)


Centro Cultural de La Villa.

Autor: Javier Cercas.
Adaptación teatral: Julie Sermon y Joan Ollé.
Dramaturgia y dirección: Joan Ollé.
Intérpretes: Carlos Álvarez-Nóvoa, Lluis Marco, Gonzalo Cunill, Isabelle Bres, Karla Junyent y Xavier Ruano, entre otros.

LOS HÉROES DE LAS GUERRAS PERDIDAS DE ANTEMANO.

¿Por qué Miralles no mató a Sánchez Mazas. Por qué no lo delató cuando tuvo la oportunidad. Qué vio en los ojos de ese hombre aterrorizado y quizá frágil... Por qué Miralles, finalmente, niega ser el miliciano que salva la vida de un hombre responsable directo de lo que ocurriría después...?
Estas preguntas no tienen respuesta ni en el libro de Javier Cercas, ni en la versión cinematográfica de David Trueba, ni en la de Joan Ollé.
Quizá porque las palabras adquieren una entidad superior a su significado, una relevancia que va más allá de una respuesta puntual e hipotética, una realidad global que trasciende a un tiempo, a un conflicto, a una persona... una humanidad que llega hasta el espectador haciéndole partícipe de una sencilla y anónima heroicidad.
Los héroes son los que no matan. Los héroes están todos muertos, dice con cierta amargura Miralles (Carlos Álvarez-Nóvoa) mientras recuerda en voz alta a sus compañeros... muertos... mientras intenta salvar del olvido y de un definitivo adiós a los héroes de unas guerras que siempre pierden los mismos... Quizá es lo único que espere este “soldado viejo y cabreado” ... y cansado... y decepcionado... de ver cómo no ha servido para nada la lucha de los héroes cuyos nombres se disipan en infinitas fosas comunes, de ver cómo el silencio ha envuelto la memoria dolorida de aquellos a los que no se les permitió recordar, de ver cómo el ser humano lee las páginas de la historia sin prestar atención a la letra más pequeña, a los nombres que no figuran en esa “historia oficial” que siempre escriben los que ganan...
Quizá Miralles mire a ese joven que ha llegado hasta él en busca de un héroe y vea la última oportunidad para salvar su memoria en los nuevos recuerdos de alguien que ha sido capaz de escarbar en “la novelesca leyenda” de un hombre llamado Rafael Sánchez Mazas... cofundador de La Falange, fascista convencido, coautor de la letra del “Cara al Sol”... un auténtico “hijo de puta”... un buen escritor...
La versión teatral realizada por Joan Ollé es espléndida. Ha seguido escrupulosamente la estructura planteada por el autor, huyendo de cualquier elemento escenográfico que pudiese tal vez distraernos de la palabra, que fluye perfectamente dicha, con firmeza, con intención... e incluso, añadiría, con compromiso.
La obra de teatro documental, como la ha calificado el mismo director, consta de tres partes (como el libro) una primera, “los amigos del bosque”, que guarda enorme similitud con los últimos trabajos realizados por Ollé. En ésta la información nos llega a cinco voces y de un modo casi lírico; tras esta introducción, y sobre el fondo de una bandera española, hace su aparición Sánchez Mazas, interpretado por Lluis Marco. El actor catalán lleva a cabo un ejercicio de expresión contenida magnífica, con el que nos presenta a un intelectual de ideología fascista consecuente, lúcido y responsable en un monólogo de una fuerza absoluta. Así llegamos a la tercera parte; el encuentro de Cercas (Gonzalo Cunill) y Miralles (Carlos Álvarez-Nóvoa), el miliciano que no mató a Sánchez Mazas. En el diálogo que sostienen ambos se cruzan distintos tiempos. Hay quizá dos monólogos que confluyen en puntos estratégicos hasta concluir en el encuentro definitivo, tras el viaje del autor a la residencia en la que vive Miralles. Es éste el momento más emocionante de la obra. El fin de la búsqueda, el descubrimiento en lo que no se dice de un héroe que se resiste a serlo, de un héroe que se deja vivir mientras espera un abrazo... que hace tanto tiempo nadie le da... las razones infinitas de un anciano luchador republicano cansado de luchar... la respuesta última en un No... que suena a Sí... y todo esto envuelto entre las notas de, probablemente, una de las canciones más tristes que se puedan imaginar... y todo esto envuelto en uno de los pilares de la memoria histórica de un país que por fin concede este derecho a los que durante cuarenta años tuvieron como únicos aliados la humillación y el silencio.

Sofía Basalo.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

DON JUAN TENORIO. (Marzo 2008)




Compañía L’om Imprebis.

Teatro Jaime Salom, de Parla.
Actualmente: Teatro Albéniz de Madrid.

Autor: José Zorrilla.

Director: Santiago Sánchez.

Intérpretes: Fernando Gil, Luis Álvarez, Carles Montoliu, Trinidad Iglesias, José Juan Rodríguez, Sandro Cordero, Alba Alonso, Carlos Lorenzo, Gorsy Edu, Marina Barba y Patricia Martínez, entre otros.


UNA NUEVA MIRADA PARA DON JUAN.


Es quizá la obra más popular del teatro español. Es quizá la obra de la que se han llevado a cabo más versiones. Es quizá el texto más proclive a que de él se extraigan nuevas lecturas a partir de nuevas miradas, nuevas perspectivas. O quizá no. Quizá nos atengamos al mito, a las palabras de Zorrilla y no veamos más allá, no queramos ver o no nos atrevamos. Este ha sido el reto de L’om Imprebis. Tras “Galileo” y “Quijote” aborda con entusiasmo el tercer personaje marcado por el idealismo, por el afán de romper las reglas y de no atenerse a los dogmas, “Don Juan”. Se completa así la trilogía de los idealistas, de los perdedores que, sin embargo, triunfan con la osadía de enfrentarse a lo establecido. Don Juan no es sólo el hombre a cuyo lado va el escándalo, no es sólo el hombre que a la razón atropella, que a la virtud escarnece y que a la justicia burla... sí lo es “¡Vive Dios!” como diría algún personaje... pero además de eso, es el hombre que descubre el amor en la pureza, en una virtud que no es capaz de tocar, en la inocencia de un alma que ve en él algo más que ni tan siquiera ha llegado a conocer. Es en ese instante cuando descubre en sí a un Don Juan nuevo, capaz de empezar una nueva vida, lejos de apuestas y hazañas vergonzantes... Un Don Juan decidido a postrarse de rodillas ante el Comendador, decidido a humillarse por el amor y al que se le niega una segunda oportunidad. La sociedad le niega esa segunda oportunidad; la moral acostumbrada a no perdonar condena a Don Juan a caminar a través del sendero oscuro por el que había transitado hasta entonces... esa misma moral condena a Doña Inés, incapaz de no ver más allá de las paredes de una celda gris cuando ha sabido ver la inmensidad en los ojos del amor...L’om imprebis en su mirada al mito de Zorrilla, ha llevado a cabo una lectura sumamente humana y conmovedora. La puesta en escena es muy limpia y sutilmente metafórica, sobre todo en el momento del regreso de Don Juan a Sevilla, cuando decide visitar el panteón que está concluyendo el escultor. Las estatuas no son de cartón piedra. Los mismos actores, en un ejercicio de equilibrio y concentración perfectos, permanecen impasibles a los ojos y las palabras de un Don Juan asustado, triste... y desolado, también, cuando descubre la figura de Doña Inés. Esas estatuas le hablan, lo acompañan en la última cena y en su último paseo. Doña Inés también pasa a su lado en unos momentos extraordinariamente bellos. Esas estatuas humanas resultan ser unos pesados recuerdos, unos remordimientos culpables, una conciencia desesperada y descorazonada cuando descubre que él también ha sido la causa de la muerte de una Inés que, sin embargo, continúa esperándolo más allá de la vida...La concepción es excelente, también lo es la clásica escena del sofá, sin sofá y sí con una sensualidad absoluta. Don Juan y Doña Inés se reconocen a sí mismos en los populares versos y a punto de besarse concluyen unas de las rimas más hermosas de nuestro teatro.La interpretación es buena. Fernando Gil, como Don Juan, no llega a estar a la altura que requiere el papel, aunque la obra de teatro se estrenaba el día anterior... Alba Alonso como Doña Inés sí tiene en sí la candidez e inocencia del personaje, aunque le falta expresividad y proyección en la voz. Quizá Carlos Lorenzo como Luis Mejía es, entre el extenso elenco, el que resuelve su papel con más solvencia y entidad. Aunque desde luego, en el segundo acto y en la escena del cementerio, todos los intérpretes convertidos en estatuas realizan un trabajo soberbio creando un ambiente verdaderamente inquietante.
Sofía Basalo.

UN PEQUEÑO JUEGO SIN CONSECUENCIAS (Noviembre 2006)





Teatro Real Cinema.


Autores: Jean Dell y Gérald Sibleyras.
Adaptación: Íñigo Torres Livianos y Benjamín Peñamaría Nucci.
Dirección: José Luis Alonso de Santos.
Intérpretes: Mariano Alameda, Alexandra Jiménez, Natalia Barceló, Luis Rallo y Eduardo Antuña.

MISIÓN CUMPLIDA.

En el jardín de una casa puesta en venta se juega... al amor, a la confusión, a la seducción, a la huida de la monotonía, a la sorpresa, al conocimiento o desconocimiento del otro... Es un pequeño juego cuyas consecuencias se buscan, se temen, se esperan... e incluso, pueden provocarse...
Descubrir lo que opinan de nosotros... los otros. Descubrir los secretos que alguien guardó en el capítulo de lo intrascendente... envuelto en una trascendencia dorada. Descubrir que aquello que esperamos se encuentra delante de nuestros ojos como un regalo sin abrir...
El reto de una comedia cuyo eje central es el amor se encuentra en el modo de presentarlo; en cómo “juega” a ello con el público; en qué aspecto novedoso y joven nos muestra del tan recurrente sentimiento.
Quizá la obra escrita por Jean Dell y Gérald Sibleyras no nos ofrezca un nuevo rostro del amor, no nos cuente nada nuevo, nada que no podamos prever... pero eso que nos transmite ese pequeño juego que inicia Clara (Alexandra Jiménez) con la ayuda de su mejor amigo, Nacho (Eduardo Antuña) nos llega envuelto en un sentido del humor inteligente y delicado; en una ironía fina y con gusto; en un planteamiento teatral perfectamente acabado.
El reto, por tanto, queda superado y las consecuencias que comenzamos a sacar de “este juego” son positivas.
Sigue siendo positiva la labor del director del montaje, José Luis Alonso de Santos que, además de defender este proyecto con la palabra, lo ha hecho con el resultado que podemos ver sobre el escenario.
Estos cinco jóvenes actores que comenzaron su carrera en “la tele” no se desenvuelven mal en las tablas... y le dan a esta comedia el color y el dinamismo que requiere.
Veredicto positivo, pues, para una propuesta agradable y divertida que nos habla, una vez más, del frágil, voluble, inconstante amor... y no de muchas cosas más...

Sofía Basalo.

martes, 9 de diciembre de 2008

CYRANO DE BERGERAC (Octubre 2007)





Teatro Español.

Autor: Edmond Rostand.
Dirección: John Strasberg.
Intérpretes: José Pedro Carrión, Lucía Quintana, Cristóbal Suárez, Ricardo Moya, Miguel Esteve, Alberto Iglesias, Román S. Gregory, Francisco Hidalgo, Nacho Aldaguer, Isabel Ávila, Paloma Rojas, Antonio Gómez y Adán Llorca.


... A LA MEDIDA DE SU NARIZ.

Es inevitable reiterar una vez más los conceptos que sobre este texto se han ido vertiendo en los diferentes montajes que se han realizado; en los diferentes rostros que han lucido con mayor o menor acierto la nariz de Cyrano de Bergerac; en las diferentes voces que han renunciado a amar, amando a través de un físico más afortunado... es agradablemente inevitable comprobar que una de las obras más bellas del teatro universal sigue conmoviéndonos... el amor por el amor mismo, sin más interés que el de comprobar que estamos vivos amando... la integridad de un hombre honesto cuyo valor va más allá de unas letras doradas en las que se puede leer su nombre... Cyrano... la generosidad sobre cualquier norma moral, sobre cualquier impostura arbitraria... la lealtad como opción libre... la integridad de la independencia sin más ataduras que la propia conciencia... y volar y poder contemplar el mundo tal y como es... ajeno a los valores que el Caballero de Bergerac rescata con la valentía y quizá, la esperanza, de hacernos despertar para hallarnos en sus dialécticas batallas... y volar y poder contemplar la realidad tal y como podría ser, tal y como debería ser... si algún día tuviésemos el valor de ver más allá de nuestras narices...
La historia está muy bien contada, el texto es de suma belleza... sólo hay que dejarlo fluir sobre el escenario, comenzando por una escenografía sugerente, como la creada para la ocasión por Daniel Bianco, capaz de introducirnos en los diferentes espacios con tan sólo ligera sucesión de telones...
Tenemos, pues, el espacio... nos queda ahora quizá, lo más importante: Aquel o aquellos que han de contarnos la historia... y también los tenemos.
Sólo los muy grandes son capaces de soñar con un personaje como Cyrano de Bergerac... y José Pedro Carrión acariciaba este sueño desde hacía algunos años. Julio Núñez, Josep María Flotats, Manuel Galiana... “han calzado”, de forma inolvidable, la nariz más famosa del teatro... y el actor vallisoletano no ha sido menos.
Carrión y “su” Cyrano hacen su aparición desde el patio de butacas en busca de un público despierto, implicado, activo, buen degustador de la palabra y su sentido. La nueva visión que el multipremiado John Strasberg nos ofrece de este héroe deja al descubierto su faceta más humana y en ella cada palabra adquiere una mayor relevancia, porque no son simplemente brillantes recitados, simples fragmentos escritos para lucimiento de un personaje con una elocuencia especial, dichos en este caso por un actor con una técnica y un dominio impecables, sino que llevan en sí la fuerza activa que irradia el sentido mismo de la vida... el valor que empuja a Roxana a un campo de batalla para mirarse en el figurado rostro de unas palabras que la han enamorado, liberándola de la segura condena a ser una nueva Penélope a la espera de su amor... la palabra consigue despertar aquello que la sangre deja dormir... la palabra y sus imágenes consiguen alimentar aquello que los ojos contemplan pasivos... la palabra es acción... y eso es, sin duda, el teatro y su valor...
José Pedro Carrión es un Cyrano de auténtico lujo. Da muestra de una versatilidad extraordinaria, tanto en su arrogancia como en su elegante expresión. Es irónico, cínico, soberbio, apasionado... entregado... en las dos horas y cuarto que dura la obra, ofrece una lección interpretativa inmejorable. Él es sin duda este Cyrano de Bergerac. En él reside el valor de esta propuesta. Él lleva en sí el peso de esta obra de teatro y lo hace casi sin esfuerzo, con una energía y un entusiasmo enormes.
Lucía Quintana como Roxana y Cristóbal Suárez como Cristián están correctos, más que correcto encontramos a Ricardo Moya como De Guiche. Hemos de destacar la importancia que se ha dado al personaje de Roxana en este montaje, colocándola en el centro del escenario en la insuperable escena de la declaración de amor bajo la luz de la luna, el acierto de su efusividad y emotividad en diversos momentos y por el contrario la lejanía, la frialdad en la última escena, cuando es ahí donde Roxana, tras conocer la identidad de la persona a la que ha amado siempre, tras ver en Cyrano el amor que ha esperado toda su vida, tras no distinguir la fealdad vestida del ciego sentimiento, debería mostrar todo aquello que ha atesorado en una carta de despedida.
Esta obra tiene unas enormes exigencias y la presente propuesta logra salvarlas bastante bien, aunque en los primeros instantes, cuando los cambios escénicos son más numerosos, más rápidos y los personajes son también variados y nutridos... queda patente la carencia personal, aunque el reparto esté compuesto por trece personas... por otro lado, en algunos momentos, podría sobrar la música compuesta por Mariano Díaz...
De cualquier manera, la presencia de José Pedro Carrión, luminosa como no podría ser de otro modo, borra cualquier pequeño lastre de un montaje que es él... y él, como este sueño, es muy Grande.

Sofía Basalo.








AGNES DE DIOS (Diciembre 2007)




Autor: John Pielmeier.
Versión y dirección: Fernando Méndez-Leite.
Intérpretes: Cristina Higueras, Fiorella Faltoyano y Ruth Salas.

LA NECESIDAD DE CREER. (Teatro Albéniz)

Escribe Fernando Méndez-Leite que un día el dramaturgo norteamericano John Pielmeier leyó en un periódico la noticia de una monja que había asesinado en su propia celda a su bebé recién nacido. Añade que el hecho en sí no llamó su atención; lo que llegó a conmoverlo fueron las posibilidades de reflexión que podía suscitar. Lo que quizá podía haber, lo que quizá se podía respirar más allá del “simple” homicidio.
Tal vez lo más interesante del planteamiento, del texto, de la misma historia sea la complejidad de la relación que se llega a establecer entre dos mujeres aparentemente antagonistas. Dos mujeres que han recibido la misma educación y que han tomado dos rumbos vitales, quizá, diversos.
“Agnes de Dios” es un enfrentamiento dialéctico entre la razón y la fe. El afán por explicar lo que ocurre, por descubrir cómo ocurre, por hallar las causas, todas las causas, por hallar los porqué, todos los porqué... frente a la incontestable realidad de que el ser humano es tan sólo una partícula dentro de la inmensidad del universo, del mundo y que, obviamente, no tiene todas las respuestas... y que al necesitarlas ha de sostenerse en una fe, en una creencia, en una esperanza que le permita continuar caminando en medio de un sendero del que desconocemos su final.
La razón y la fe... y no la ciencia y la religión... aunque una de las protagonistas sea una psiquiatra aferrada a las teorías freudianas y la segunda sea la madre superiora de un convento... el agnosticismo doloroso y traumático junto a la fragilidad de una creencia repleta de dudas, escondida en un hábito y mantenida frente a otros hábitos.
Las dos protagonistas necesitan creer, quieren creer, creen al querer... las dos protagonistas han atravesado la máscara de las instituciones, la barrera de una religión alejada del ser humano, de las necesidades del ser humano y de la humanidad del mismo fiel que busca ansioso un refugio acogedor y cálido... las dos protagonistas saben que la razón nos deja solos en medio de un desierto repleto de preguntas, que la razón exige responsabilidad y fortaleza... y es muy difícil ser fuerte y responsable sin tener al lado un salvavidas...
Cristina Higueras interpreta a la doctora Livinsgtone; Fiorella Faltoyano es la Madre Miriam. Entre ellas, la hermana Agnes, interpretada por Ruth Salas. La casi adolescente desequilibrada, dolorida y traumatizada joven que siente con firmeza que todo en ella es un error condenado a repetirse inevitablemente.
La puesta en escena dirigida por Fernando Méndez Leite es quizá demasiado fría, aunque favorablemente imparcial. El color gris es el fondo sobre el que se debate, se habla, se grita, se decide y sobre todo, se investiga un crimen. Los cambios de escena, los flashback son marcados con un simple cambio de iluminación. Todo correcto. Según me han comentado, el texto se ha reducido sobre todo en los monólogos (reflexiones) de la doctora Livinsgtone. Repito me lo han comentado, no lo puedo asegurar. Pero aunque la puesta en escena es correcta, las actuaciones de Fiorella Faltoyano como la madre superiora irónica, crítica, llena de dudas y secretos inconfesables es realmente buena y el trabajo de Ruth Salas es magnífico... Esta puesta en escena se queda en el hecho, en el asesinato de un bebé recién nacido, en quién pudo cometer el crimen y en quién pudo violar a la hermana Agnes... tal vez sea porque Cristina Higueras no llega a reflejar esa “lucha constante consigo misma”... tal vez porque no se ha mostrado de una forma gradual y detallada el cambio de posturas, el progresivo acercamiento entre las dos mujeres, las confidencias plasmadas de un modo un tanto abrupto, la diferenciación entre “la iglesia” como institución y la conciencia de una monja que anteriormente se casó, tuvo hijos, enviudó y fuma a solas en su celda... ese debate es mantenido de un modo accesorio, de un modo ligero y en todo momento es la obra que se queda y de un modo notable, todo hay que decirlo, en la intriga por descubrir qué pasó “la noche de autos” en la celda de la Hermana Agnes... Se nota, en cierta medida, que ésa y no otra ha sido la intención.
El final casi nos conmueve, esa necesidad por creer, ese misterio, ese posible milagro, esa esperanza echada abajo por la curiosidad... pero esa conclusión, esa emotividad bien contenida... demasiado en Cristina Higueras, es tan fugaz ... como el comienzo... visto y no visto...

Sofía Basalo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

LA TORTUGA DE DARWIN (Enero 2008)




Preestreno en el Teatro Auditorio Padre Soler de Leganés (25 de enero)
Desde el 6 de febrero en el Teatro Abadía.



Autor: Juan Mayorga.
Director: Ernesto Caballero.
Intérpretes: Carmen Machi, Vicente Díez, Juan Carlos Talavera y Susana Hernández.


EL VUELO DE LA TORTUGA.

Un historiador recibe la insólita visita de una señora que se identifica como Harriet Robinson, la tortuga que Darwin trajo de las Islas Galápagos. La criatura más anciana del mundo. Un ser que optó por salir del regazo de Charles Darwin y conocer el mundo sobre el que se deslizaba lenta y segura. Un ser privilegiado que ha tenido la oportunidad de sobrevivir a grandes hitos históricos: dos guerras mundiales, la revolución rusa, la Perestroika, la revolución industrial, el bombardeo de Guernika... Un ser cuya experiencia le ha dado la sabiduría suficiente para no tener esperanza alguna en un ser humano que avanza levantando muros que cree derribar. Un ser que emitió su primera palabra gracias al horror. Un ser que se irguió para no morir bajo el eco sordo de una bomba... Un ser que guarda en su memoria y en sus ojos las huellas anónimas de la historia; los nombres que no figuran en ninguna enciclopedia; aquello que es despreciado por los eruditos, aquello que hemos de recordar una y otra vez y que empecinadamente olvidamos porque nos parece horroroso, porque nos parece inane, porque nos es más fácil centrarnos en un dato objetivo... cuando la historia es un inmenso conjunto de subjetividades... Harriet será la víctima propicia de la ambición científica y del afán de notoriedad y enriquecimiento. Harriet será la víctima propicia de una cultura involucionista que nos ha empobrecido humanamente. Harriet nos mostrará del modo más inocente que aquello que nos espanta, que aquello que condenamos, que aquello que señalamos, que aquello que penalizamos no es más que el fruto indiscutible de una adaptación natural... el fruto de nuestra humanidad enferma, de nuestra supervivencia...El reciente Premio Nacional de Teatro, Juan Mayorga, nos ofrece una intensa lección ética que nos llega envuelta en una sugerente y seria puesta en escena magníficamente interpretada. Carmen Machi, por fin lejos de la ya cansina “Aída” es Harriet, la humana tortuga, más humana aún que sus interesados y falsos interlocutores... quizá la acompañe una voz característica y falta de matices... pero en fin, nadie tiene la culpa... aunque sí se puede y debe trabajar con y en ella... es una opinión... El resto del reparto está perfectamente a la altura de un texto interesante y rico que es completado por una escenografía muy sugerente. El fondo de todos los espacios en los que Harriet es “utilizada” es siempre un paisaje que nos puede evocar la isla añorada por la anciana viajera, la isla a la que quiere volver, la isla donde quiere morir... una isla invadida por los motores, erróneos motores de una historia que ha avanzado a trompicones, letales trompicones que han manchado un siglo salvaje... Es emocionante el momento en el que Harriet rompe su propio muro, es emocionante el instante en el que Harriet contempla el otro lado desde la aparente libertad... Es emocionante el momento en el que insinúa que si con el muro de Berlín existían dos mundos: el libre y el oprimido, ahora sin el muro sólo existe uno, el oprimido... Es emocionante descubrir con Harriet que estamos una vez más en el punto de partida... Es emocionante descubrir con Harriet que quizá el rostro de esta sociedad a la que apenas osamos mirar por su horror... no sea más que nuestro propio rostro.

Sofía Basalo.

sábado, 6 de diciembre de 2008

SOLAS. (Marzo 2006)




Basada en la película de Benito Zambrano.

Adaptación teatral: Antonio Onetti.
Director: José Carlos Plaza.
Intérpretes: Natalia Dicenta, Lola Herrera, Carlos Álvarez-Nóvoa, Idilio Cardoso, Aníbal Soto, Eduardo Velasco, Chema del Barco, Marga Martínez, Marina Hernández y Darío Galo.

Teatro Albéniz.

UN POEMA SOLITARIO... Y SOLIDARIO.


No había visto la película. Me enfrentaba a esta historia de soledades, malos tratos y sueños incumplidos sin ninguna idea preconcebida... Aunque resulta inevitable sustraerse a los comentarios de otras personas que sí la vieron y quedaron prendados de la cruda belleza de esta película que, siete años atrás, dirigió Benito Zambrano y protagonizaron María Galiana, Ana Fernández y Carlos Álvarez-Nóvoa.
Resulta inevitable buscar los primeros planos, los espacios que sí tienen cabida en el cine y que en un escenario, en cierta medida, se han de imaginar... Resulta inevitable la, tan injusta, comparación... Yo lo hice después, porque después vi la película... Tal vez el rostro de María Galiana puede albergar un dolor más intenso, más encallecido... tal vez, esos primeros planos nos muestran de un modo más directo la frustración, la impotencia y, ¿por qué no? La esperanza... tal vez se echa de menos algún que otro personaje, que recibe las caricias que una mujer hubiera dado a ese anciano solitario, capaz de abandonar sus principios para no dejar sola a una joven llena de miedos y desesperanzas... tal vez... pero la puesta en escena dirigida por José Carlos Plaza ha conservado la esencia de tres seres que esperan, mientras sobreviven, arrastrando un pasado doloroso; ha conservado la ternura de un amor tardío, depositado eternamente en una despedida inevitable; ha conservado el anhelo de una palabra, de una frase, de una voz que le asegure a esa joven, que no ha tenido tiempo para ver todo lo que le puede ofrecer la vida, que mañana puede ser mejor, que mañana estará acompañada por un hombre maravilloso, aunque sea un poco mayor... ha conservado la fuerza necesaria para mostrarnos el temor, la tristeza, la resignación, lo injusto del maltrato... el eco infinito de la infelicidad, en un presente sostenido, a duras penas, por unos afectos de plástico, por la maquillada mentira de una alcoholizada y generosa realidad, por la imperiosa necesidad de un abrazo... Todo ello está, en una obra de teatro concebida perfectamente. Los distintos espacios se mezclan y se suceden con una facilidad magnífica. Quizá, algunas acciones que se podrían considerar secundarias, tienen en esta puesta en escena un primer plano... Yo no lo considero así, porque esos accesorios son, en cierto modo, el punto de partida del presente y del futuro próximo de esa joven de treinta y cinco años; esos accesorios, son el porqué del cambio de actitud de esa mujer hacia un hombre bueno... cuyo nombre sólo conocemos al final... esos accesorios son tan importantes como lo que ocurre dentro de esa casa... de esas casas...
En esta ocasión los tres protagonistas son Natalia Dicenta, Lola Herrera y, repitiendo personaje, Carlos Álvarez-Nóvoa.
Los tres ponen sobre el escenario esa cruda realidad, esa rara solidaridad que extiende sus cálidos brazos desde una anónima ternura, ese compromiso con un presente que se hace eterno... porque eterna es la voz del maltratador que se cree con un derecho adquirido sobre “algo suyo”... cuando jamás lo fue tan ajeno...
Lola Herrera y Carlos Álvarez-Nóvoa nos regalan los momentos más tiernamente desesperanzados; por su parte, Natalia Dicenta tiene en sí el papel más duro y más doloroso... Aunque de su voz nos llega ese final, conjugado en futuro perfecto, que nos advierte de que todo puede ser posible, “mientras ( y tomando una frase que ese anciano solitario le dice a su perro... en la película) Dios nos regale un nuevo día, una nueva oportunidad para descubrir que la vida siempre está por hacer... para descubrir que, realmente, no estamos tan solos...”

Sofía Basalo.

BAJARSE AL MORO (Septiembre 2008)


(Este comentario salió publicado en las webs www.noticiasteatrales.es y www.larepublicacultural.es )

Teatro Muñoz Seca.

Autor y director: José Luis Alonso de Santos.
Intérpretes: Charo Reina, Mariano Alameda, Raquel Guerrero, Fernando Vaquero, Cristina Urgel, Diego Pizarro y Jorge Elorza.


... A CUALQUIERA QUE NO TENGA DÓNDE IR.

Pasó el tiempo y los niños siguieron naciendo sin estar creciditos y los políticos siguieron dirimiendo sus disputas con bombas y la amistad siguió conjugándose con el bocado hambriento del interés y el ser humano siguió buscando la felicidad sin encontrarla y los cobardes siguieron cobijándose bajo el árbol más frondoso aunque no fuera éste el cobijo inicial de sus días más nublados y la esperanza siguió siendo el privilegio de unos pocos, de aquellos que no aprenden la lección porque sería un aprendizaje cruel e injusto... Pasaron 25 años y la obra de José Luis Alonso de Santos sigue arrancándonos las mismas sonrisas, las mismas carcajadas y las mismas lágrimas al descubrir la ilimitada bondad que se concentra en el pequeño personaje llamado “Chusa”, la infinita generosidad de un silencio cargado de palabras y de una respuesta que como un broche dorado coloca el punto y final a un hermoso texto: “A cualquiera que no tenga dónde ir”. A cualquiera volvería La Chusa a acoger en su casa, a pesar de la traición, el abandono y el dolor. A cualquiera volvería La Chusa a entregar su amistad. Con cualquiera compartiría un “canuto” aunque ese cualquiera no se atreva a vivir el riesgo que conlleva “bajarse al moro”. Con Cualquiera se jugaría La Chusa su integridad, la inmensa riqueza de una persona que a pesar de todos, resulta ser la auténtica vencedora de una historia en la que cuatro amigos descubren la fragilidad de una amistad sostenida por la inocencia de aquellos que terminan soñando, de aquellos capaces de compartir su soledad con un Hámster, de aquellos capaces de aguardar ilusionados la llegada de un tercer tripulante a pesar de la precariedad material que los rodea... Es maravillosa la lección de amistad que hace 25 años nos invitó a vivir Alonso de Santos. Amparo Larrañaga, Verónica Forqué, Jesús Bonilla, Pedro Mari Sánchez y María Luisa Ponte, fueron en aquel entonces los protagonistas de una aventura repleta de complicidades y éxitos de crítica y público. El paso del tiempo no ha podido con este texto. Con la fuerza de un clásico ha llegado más de dos décadas después y la humanidad de sus personajes ha hecho que por un momento olvidemos el costumbrismo que caracteriza la escenografía y la similitud que existe entre la primera puesta en escena y la actual (al menos es lo que extraigo de algunas fotos que he podido ver) para centrarnos en una notable Charo Reina que, quizá acentuando su “gracia andaluza”, protagoniza uno de los momentos más hilarantes de la función y emocionarnos con la infinita ternura que respira el personaje de La Chusa, interpretado por Raquel Guerrero.... Pasaron 25 años y salimos del teatro echando de menos a nuestro alrededor más Chusas y Jaimitos...

Sofía Basalo.

MAR Y CIELO. (Octubre 2006)



(Este comentario salió publicado en la página web http://www.noticiasteatrales.es/)

Teatro Gran Vía.

Texto: Xavier Bru de Sala.
Música y orquestación: Albert Guinovart.
Dirección musical: Joan Vives.
Dramaturgia y adaptación: Joan Lluis Bozzo, Xavier Bru de Sala, Anna Rosa Cisquella y Miquel Periel.
Intérpretes: Carlos Gramaje, Julia Möller, Ferran Frauca, Òscar Mas, Carlos Álvarez, Anna Moliner, Sergi Albert, Víctor Ullate Roche, Alicia Ferrer, Juan Antonio Vergel, Roma Portolés, Antonio Queimadelos, Laura García, Laura González, Xavier Esparrach, Nando Ateca, Carles Alexandre, Lorena Joaquím y Raúl Grau.

UNA TRAVESÍA INOLVIDABLE.

Es quizá, el espectáculo más emblemático de los más de treinta años de trayectoria de la compañía catalana Dagoll Dagom. En 2004 se cumplía ese aniversario.
En 1988, año en el que comenzó “la travesía” no había un público de teatro musical, propiamente dicho... fueron pioneros y llegaron a convertirse en parte importante de la cultura catalana.
Surcaron las aguas teatrales de Madrid, Zaragoza, Bilbao, Palma de Mallorca... y el navío, descansó en el Museo Marítimo de la Ciudad Condal.
Transcurrieron dieciséis años, la compañía cumplía treinta... la partitura compuesta por Albert Guinovart había calado fuertemente, la historia concebida por Àngel Guimerá, tenía mayor vigencia, si cabe... ¿Por qué no emprender una nueva aventura...?
Así lo hicieron.
Recuperaron el galeón pirata que continúa capitaneando Carlos Gramaje (Saïd); Òscar Mas, ya no como Osman, sino como Malek, sigue formando parte de un renovado elenco de intérpretes que ha sabido mantener ese algo más que fue, que es “Mar y Cielo”.
Tras dos años de enorme éxito en Barcelona y un fugaz paseo por Valencia, han recalado en Madrid...
He de decir que conocí las canciones, hace once meses, que navegando por internet pude ver algún vídeo y que leí, también, algunos comentarios de personas que habían llegado a ver este musical... ¡hasta cuatro veces!...
... Normalmente cuando se espera algo, se llega a idealizar de tal manera que, cuando lo tienes ante ti, lo descubres pequeño, común, normal... y te preguntas... ¿Por qué... si no era para tanto...?
Temía hacerme esa pregunta...
...Pero el ganador del premio max al mejor espectáculo musical... sí es para tanto...
La fuerza de “Mar y Cielo” radica en la conmovedora historia que tiene como base.
La intolerancia de dos mundos, de dos culturas. La imposibilidad de un amor que sane las heridas de un pasado sangriento e injusto...
La fuerza de “Mar y Cielo” radica en cómo se nos cuenta... o se nos canta, esa conmovedora historia.
Cómo la música, en el montaje actual con un tono más sinfónico, nos introduce en la época; cómo la melodía sigue el argumento, cómo hay unas notas específicas que se repiten, que evocan una situación determinada o un personaje determinado...
La fuerza de “Mar y Cielo” radica en las voces arrebatadoras de sus intérpretes, en la energía que desprenden, en la enorme capacidad para cantar, hacerlo creíble... y todo ello, sobre un barco en movimiento...
La fuerza de “Mar y Cielo” radica en una puesta en escena soberbia, en un navío que, en el momento en el que escuchamos “El himno de los piratas” parece, literalmente, navegar sobre un patio de butacas extasiado, en unos dobles planos llevados a cabo con una delicadeza exquisita, en un trabajo interpretativo, realmente, admirable.
No sé, si como me comentó Carlos Gramaje “el rollo del cantante-armario” – que no se mueve- ya no se lleva. No sé si hoy en día existe una cultura del género musical y si con esa cultura, el público, cuando acude a uno de estos espectáculo va a ver Teatro musical o a ver un concierto con un argumento más o menos ligerito, accesorio o secundario...
Personalmente, lo único que puedo decir es que he visto pocos musicales con tanta fuerza, pocos musicales en los que no te resulta extraño que “te canten una historia”, pocos musicales en los que “la fiesta” nace del hecho en sí; de un trabajo completo, donde la interpretación, la melodía y la historia caminan, en este caso navegan, de la mano y llegan a un puerto, no bueno, sino inmejorable.
Tal vez, he visto muy pocos musicales... y soy proclive a los “peros”... lo reconozco... pero cómo “Mar y Cielo”, hace mucho tiempo... no vi ninguno.

Sofía Basalo.

viernes, 5 de diciembre de 2008

...Y SIN EMBARGO TE QUIERO.



(Este comentario salió publicado en www.larepublicacultural.es y www.noticiasteatrales.es )



Teatro Galileo.

Autor: Miguel Murillo
Director: Antonio Corencia.
Intérpretes: Alejandra Torray y Ángeles Martín.

MÁS ALLÁ DE LAS PÁGINAS DE UN LIBRO...

Es difícil “criticar” cuando lo que tienes ante los ojos son dos pedazos de vida. Dos almas que en realidad son todas las almas que sobrevivieron a una guerra, a una dictadura, a mil humillaciones, a mil pérdidas, a un exilio, a todos los exilios... Dos almas que sobrevivieron observando su propio entorno a través de las ventanas de una casa grande por la que pasaron el tiempo, los años, las décadas... Dos almas que lograron amar más allá de las ideas, más allá de las palabras, más allá de los bandos, más allá de una eterna mancha de sangre que jamás logró marcharse del presente de esas dos niñas que fueron adolescentes, que fueron adultas, dolorosamente adultas... y sin embargo se quisieron...
Todo lo que podamos decir, todo lo que podamos escribir es poco. Porque una vez más Miguel Murillo nos ha regalado la vida en las vidas de Ana y Rosa; en una obra de teatro, pequeña, íntima... inmensa; en la memoria colectiva de un pueblo que en su intrahistoria fue héroe, pues héroes no son los que vencen, los que se vengan del derrotado, los que se proclaman caudillos... los héroes son los que sobreviven, los que no dejan que el odio manche su vida con rencores y olvidos, los que no permiten que una justicia arbitraria les diga a quién y a quién no deben amar... aquellos que saben ver más allá de una afirmación, de una idea o de una opción... Y aunque no lo creamos, el mundo sigue adelante gracias a los héroes anónimos que dibujan su camino vital más allá de banderas, más allá de himnos... Y aunque no lo creamos el mundo amanece cada día gracias a los ojos expectantes de aquellos que luchan contra una mancha que no quiere diluirse en la niebla... que no quiere liberarnos de una cárcel que nos impide recordar sin odio... que no quiere dejarnos caminar, dejarnos avanzar, dejarnos vivir sin el miedo de que algo parecido pueda volver a destruirnos...
Miguel Murillo ha homenajeado a aquellos héroes, hombres y mujeres, que supieron amar más allá de banderas y de bandos... un homenaje por el que vale la pena arriesgarse, por el que vale la pena emprender una aventura apasionante y también dura, por el que vale la pena la renuncia.
Alejandra Torray y Ángeles Martín han abrazado este texto con fuerza y lo han hecho suyo, tan suyo que sobre el escenario no acertamos a distinguir la línea que marca el personaje de la persona, tan suyo que casi logramos palpar el amor que cada una siente por la niña, adolescente, joven, adulta que interpretan... y sinceramente, cuando, como espectadores sentimos eso, vemos eso, percibimos eso... es absolutamente mágico... es casi como lo que en un momento dado dice Ana (Ángeles Martín) la niña que sirve en la Casa Grande, la mujer que aprende a vivir en la Casa Grande, respondiendo a la pregunta de Rosa (Alejandra Torray) “qué es el amor”. Ella responde con los ojos brillantes, que es como cuando por una ventana abierta penetra el sol radiante...
“... Y sin embargo te quiero” es el sol que entra de lleno en el corazón del espectador. Va directo, sin intermediarios y sin ninguna dificultad... Tal vez porque en este proyecto laten los corazones de muchas personas... de las que han luchado porque las palabras que escribió Miguel Murillo lleguen hasta nosotros... y de aquellos que hemos dejado que nuestros ojos comiencen a pasear por las páginas escritas por el autor extremeño...
Es bueno ejercitar la memoria, también la histórica. Es bueno no olvidar que ante todo somos seres humanos. Es bueno aprender a ver la humanidad en nuestros semejantes, incluso en aquellos con los que no compartimos nada... pero yo no puedo dejar de señalar que Ana no se va a Francia por gusto. No puedo dejar de señalar que Ana, la niña que llega a la Casa Grande para paliar el hambre de su familia, se va a Francia porque si no lo hubiera hecho, otros seres humanos la hubieran matado. No puedo dejar de señalar que Ana tiene que exiliarse porque “su bando” no ganó la guerra. No puedo dejar de señalar que cuando Ana se ve forzada a marchar han comenzado los cuarenta años de “paz” del General Franco...

Sofía Basalo.