martes, 16 de diciembre de 2008

TÍO BOB (Abril 2008)



Teatro Arenal.

Autor: Austin Pendleton.
Adaptación: Sandra Blakstad y Juan Calot.
Dirección: José Luis de Damas.
Intérpretes: Miki Molina y Carlos Pulido.

SIN COMBATE.

Ciertamente el texto de Austin Pendleton es un combate a corazón abierto. Un combate dialéctico tras el cual laten presurosos y llenos de angustia los miedos de dos seres que intentan vivir lo más alejados posible de lo que realmente son. Bob es un hombre solitario, desencantado quizá de una sociedad hipócrita y vacía; asentada en una superficialidad que la convierte en un ente evanescente e incoloro. Bob odia, desprecia incluso lo que desea, lo que necesita, lo que quiere en el fondo. Bob pretende convencerse de que va a morir solo, necesita morir solo sin la compasión falsa y hueca de una mujer que anhela verlo muerto, de un hermano que lo detesta en unas fotografías contempladas día a día con emoción, de un sobrino que le echa en cara lo que lleva duramente a cuestas... Bob es un hombre lleno de amor. Un amor que ha esperado años, que ha negado generosamente, que ha guardado entre las páginas de unos libros que escribió consiguiendo ser, quizá, lo que no se reconoce... un amor que encuentra su reflejo en los ojos de un sobrino que tiene una novia a la que no ama, que se duele de un padre que lo desprecia, que acude a la llamada silenciosa de un tío al que adora... sin saberlo, sin admitirlo, sin poder evitarlo... Los insultos, los golpes, las humillaciones se suceden necesariamente para poder extraer de las ruinas de esas dos vidas la fuerza incorruptible del amor, la fuerza invencible de la dignidad, de una verdad que nos hace libres del verdugo más implacable, aquel que conjuga su delito en primera persona.
Miki Molina ha escogido un buen texto para emprender su primera aventura como productor. La puesta en escena es notable. Él mismo como Tío Bob resulta veraz, auténtico. Con intensidad y fuerza cuando el personaje lo requiere. Podría incluso estar sobresaliente si a su lado tuviese a un actor solvente, pero desde mi perspectiva, no es así. Carlos Pulido no cuenta con la entidad que necesita un personaje tan complejo, tan problemático, de tantos matices. No expresa más que la superficie de un joven que desprecia a su tío porque se desprecia a sí mismo. La fuerza que alguna vez emana de él lo hace de un modo anodino. Con lo que ese combate a corazón abierto rara vez se manifiesta sobre el escenario... entre otras cosas, porque tengo la impresión de que Carlos Pulido se deja el corazón en el camerino...

Sofía Basalo.

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