viernes, 13 de febrero de 2009

ODIO A HAMLET (Diciembre 2006)



Sala Guindalera. Escena Abierta.

Autor: Paul Rudnick.
Dirección y versión: Juan Pastor.
Intérpretes: Raúl Fernández, Josep Albert, María Pastor, Ana Alonso y Álex Tormo, entre otros.


LA FAMA O EL PRESTIGIO, ÉSA ES LA CUESTIÓN.


Un actor de moda ha de elegir entre seguir ganando dinero, y mucho, en la tele o adentrarse en la apasionante aventura del teatro, encarnando en este primer envite al personaje shakespeariano por excelencia, Hamlet. El tema es importante y, como el Danés príncipe, de una intemporalidad absoluta. Acomodarse en la popularidad, arroparse en la abundancia... o arriesgarse, sacrificarse, enfrentarse a los miedos de unos ojos abiertos que, a veces, escuchan; apostar por el trabajo aunque económicamente no compense tanto... ¿dónde está la compensación... qué vale más... qué es más valorado... qué es más apreciado...?
Estas preguntas, estas cuestiones de gran relevancia están planteadas en un tono ligero y en una comedia muy divertida. La puesta en escena dirigida por Juan Pastor, camina paralela, al ágil ritmo del texto escrito por el norteamericano Paul Rudnick. El peso de la acción recae sobre dos personajes: Andrew, interpretado por Raúl Fernández; él es el joven actor, inmerso en el dilema de firmar un contrato para una serie televisiva que será, seguramente, todo un “bombazo” o representar en la época estival el drama Shakespeariano. Por otro lado se encuentra Barrymore, Josep Albert, el peculiar espectro del legendario actor. Él será quien ayude a nuestro joven protagonista a dar el gran paso... suponiendo que el paso realmente “grande” sea apostar por “escribir su nombre en la gloria” de los que interpretaron a Hamlet...
Mientras tanto, se desarrollan diferentes situaciones tremendamente hilarantes que hacen de esta función una propuesta más que recomendable.
La puesta en escena es muy sencilla. Pocos elementos configuran lo que sería el espacio escénico en una representación en la que lo verdaderamente interesante es el duelo actoral llevado a cabo por los dos intérpretes protagonistas. El joven actor televisivo, asumido por Raúl Fernández y el “fantasma” de Lord Barrymore; personaje elaborado de una forma muy alegórica, impostada y recordando a alguna que otra antigua estrella de cine, por Josep Albert. El duelo atrae y mucho... será también, porque estos dos buenos profesionales no están solos y tras ellos hay un equipo más que notable.

Sofía Basalo.

lunes, 9 de febrero de 2009

FUNCIÓN BECKETT (Noviembre 2006)



(Compañía de Comedias de Manuel de Blas)

Teatro Fernando de Rojas. (Círculo de Bellas Artes.)

Autor: Samuel Beckett. (La última cinta de Krapp, Qué palabra, Nana, Fragmento de Teatro II)
Directora: María Ruiz.
Traducción: Jenaro Talens.
Intérpretes: Manuel de Blas, Jeannine Mestre, Morgan Blasco y Carlos Velasco.

EL ÉXITO DE TRES FRACASOS PERFECTOS.

Manuel de Blas, asegura que en Beckett respira la esperanza. Sus personajes esperan, como todos esperamos... “La esperanza como motor del vivir o como estrategia inconsciente para sobrevivir” leemos en el programa de mano... aunque, a veces, esos personajes hayan de asumir que todo ya se fue... le digo, que en los tres personajes de “Función Beckett” no puedo ver esa esperanza... No sé que ha de llegar para Krapp... creo que tampoco él lo sabe... No sé qué ha de llegar para esa mujer sentada eternamente en una mecedora, mientras una voz le canta una nana sobrecogedora... no sé qué ha de llegar para ese hombre que, pensativo, pretende tirarse de una ventana... éste, quizá, espere algo que lo detenga... quizá él sí espera... quizá, espere el momento en que los dos hombres que especulan sobre la superficialidad con la que ha vivido... desaparezcan, como ese pajarito por el que lloran amargamente, quizá espere la fortaleza que le permita hacer de su vida algo más que una mera agenda de citas intrascendentes... Manuel de Blas, me dice que, realmente, el dibujo de esos personajes es desolador... que lo que podían esperar, pasó de largo...
Poco después... pienso dónde puede hallarse la esperanza de esos personajes, de esas voces que repiten que es el tiempo de acabar, de esas voces que, implacablemente, niegan la posibilidad de una felicidad que se tuvo entre las manos, de ese autor que penetra hasta lo más íntimo del alma humana, hasta hacer daño... Quizá la esperanza esté en los ojos que miran lo que ocurre sobre un escenario, apenas vestido por la tenue luz de una habitación cerrada, en la que se mece una anciana, apenas cubierto por las viejas cintas de una vida vacía y solitaria... quizá la esperanza esté en ese espectador que alguna vez pudo ser Krapp, que alguna vez pudo ser esa mujer que esperó antes de asomarse a la ventana de su casa, que alguna vez pudo horrorizarse al contemplar su vida... quizá la esperanza esté en un público que no se vaya al reconocerse en los ojos de un hombre que no acierta a saber quién es ese joven de treinta y nueve años que, insensato, afirma que jamás querrá volver a vivir su juventud, su amor... que afirma que ésa es, que aquélla fue, la última oportunidad de ser feliz... quizá la esperanza esté en un espectador dispuesto a vivir, dispuesto a despojarse de todas las mentiras que arropan el frío rostro de los días, dispuesto a no sentarse a esperar... mientras la vida se aleja de nosotros... porque no supimos declararle nuestro amor... porque no fuimos lo suficientemente valientes como para declararle nuestro amor...
Ése es el triunfo de unos personajes que quizá, lo intentaron y fracasaron... que quizá, lo volvieron a intentar... y fracasaron... que quizá, lo intentaron una vez más... y el fracaso, en esta ocasión, fue perfecto... quizá el último intento de estos personajes son esos ojos que los miran, son esos fracasos que anidan en las vidas de quien los mira, es la humanidad, a veces herida, de quien escucha esa voz y es capaz de decir, a su lado, “continúa”...
Sí hay esperanza en el desesperanzado final de esta “función” concebida como homenaje en el centenario de Samuel Beckett.
Tres fragmentos, tres vidas, tres momentos, unidos entre sí, por la soledad y la incomunicación.
Una mujer (Jeannine Mestre) espera la muerte quizá, desde una voz cálida, crecida por la proximidad de ese final, tal vez, deseado. Un hombre, una ventana y las voces histriónicas de quienes evalúan un tiempo malgastado y vacuo... Y Krapp, y su cumpleaños, y el horror de lo que ya se fue... y la impotencia de lo que nunca llegará...
Jeannine Mestre y Manuel de Blas, nos sobrecogen, nos emocionan, respondiendo magníficamente a las voces, a sus voces, en un ejercicio interpretativo soberbio; son esos seres que una vez creó Samuel Beckett, están en las almas en las que esperó el autor irlandés... están en las vidas que aún siguen esperando mientras nos seguimos descubriendo... mientras intentamos ser, lo suficientemente valientes, como para reconocernos y vivir.

Sofía Basalo.