miércoles, 22 de diciembre de 2010

ELECTRA (Junio 2010)


ELECTRA.

Teatro Español.
Autor: Benito Pérez Galdós.
Adaptador: Francisco Nieva.
Director: Ferrán Madico.
Intérpretes: Sara Casasnovas, Antonio Valero, Miguel Hermoso Arnao, Maru Valdivielso y Sergio Otegui, entre otros.


… DESDE MI PROBABLE IGNORANCIA…

Ferrán Madico manifestó en más de una ocasión que el espectador que acudiese a ver esta obra y no hubiera leído demasiado a Benito Pérez Galdós, saldría con enormes deseos de “devorar” las letras del autor canario… A mí me ocurrió. Tras ver “Electra” salí del Teatro Español deseando encontrar un ejemplar de este texto, de este magnífico texto…
… Posteriormente he leído algunas críticas en las que este montaje, así como la labor del adaptador, quedaban en entre dicho…
“… No es que Francisco Nieva haya eliminado un acto innecesario, es que ha hecho lo que le ha dado la gana, quitando de aquí, quitando de allí… No es que los personajes sean símbolos, es que se trata de un vodevil simple y llano… No es que las coreografías aporten gran cosa, es que acentúan su lentitud y resultan absurdas en un montaje absolutamente esquemático…”
… Reconozco que no he leído mucho a Galdós y que no conocía su obra “Electra”. Reconozco que los personajes no tienen demasiado conflicto interior o psicológico, salvo la protagonista; Quizá esto se deba a que el tema que trata no es psicológico y a que todo en esta obra es simbólico. Los personajes no son seres humanos. Estos seres son los estamentos de un País convulsionado, de un País que se debate entre dos corrientes de pensamiento. Un País paralizado por un ejército conservador, por una aristocracia ignorante, por un cuerpo eclesiástico irracional e hipócrita… Un País que desea apostar por un razonamiento lógico y progresista, que necesita de la libertad para crecer, para avanzar, para caminar, para Ser; que necesita inteligencia para dejar de mirarse el ombligo; que necesita menos cruces, menos rezos, menos pecados y más estudio, más cultura, más educación, más tolerancia…
Electra es una joven libre, pizpireta, traviesa y un tanto rebelde. Su madre fue una mujer de vida disoluta o eso dicen. Su padre es desconocido. La adolescente crece en el seno de una aristócrata familia que pretende someterla a unas rectas normas, a unos dogmas indiscutibles. Varios hombres, amigos de sus tutores, creen ser los progenitores de la niña; entre ellos se encuentra el consejero espiritual, Don Salvador Pantoja (Soberbio, Antonio Valero); capaz de hacer cualquier cosa por conducir y doblegar la voluntad de esta niña que huye de su irracional doctrina para cobijarse en la comprensiva mirada de Máximo (Miguel Hermoso), la mirada de la razón, de la ciencia, del progreso, de una España joven que intenta salir de su tercermundismo… Un intento perenne y doblegado en según qué época histórica.
Simbólicos son también los tres momentos en los que la danza es protagonista. Tal vez hubiese eliminado el segundo, el que se asemeja a una procesión religiosa, pero es tanto lo que dicen esos movimientos; es tan revelador su significado que me siento insegura en esta afirmación. El baile inicial, nos presenta en escasos minutos el planteamiento argumental de la obra. El segundo, la procesión religiosa, nos habla de la actitud de este estamento, de su filosofía hipócrita. El tercero es la poesía; la madre de Electra que regresa del más allá para aclarar la confusa voluntad de la joven, tras la mentira dolosa y cruel, esgrimida por Salvador Pantoja.
Sara Casasnovas lleva a cabo un gran trabajo, al igual que Miguel Hermoso y un sobresaliente Antonio Valero que es con total autoridad el eje sobre el que gira este montaje.
Me ha encantado esta propuesta. Tras ver la exposición que, sobre el autor, se había dispuesto en el Hall del teatro, tras leer algunos de los comentarios que espectadores, anónimos o no, enviaron a Galdós tras ver la obra, pensé en la valentía del dramaturgo canario, cuando en 1901 decidió exponer su pensamiento de una manera tan clara, retratar con tanta exactitud la mojigatería española, la ignorancia de un país atrapado entre los cuatro pobres dogmas de una iglesia que siempre a echado el freno al desarrollo, al progreso y a la cultura…
No sé si esa contundencia viene del adaptador o del propio autor… De cualquier modo, reitero, que desde mi ignorancia, me encantó “Electra”… y no me importaría ver nuevamente este montaje… aunque alguien me dijo una vez que en teatro, las segundas “veces” no suelen ser buenas…

Sofía Basalo.

sábado, 11 de diciembre de 2010

LA CENA DE LOS IDIOTAS (Septiembre 2010)


LA CENA DE LOS IDIOTAS.

Teatro Infanta Isabel.

Autor: Francis Veber.
Dirección: Juan José Afonso.
Intérpretes: Josema Yuste, Agustín Jiménez, Félix Álvarez, María José del Valle, Carles Moreu y Natalia Ruiz.

… ADIVINA QUIÉN ES EL IDIOTA…

Se ha escrito mucho sobre esta obra. Se ha hablado mucho de la feroz crítica que de un modo tierno y divertido reflejó Francis Veber en esta obra teatral, posteriormente llevada a la gran pantalla. Se ha hablado de lo benévolo que sería el mundo con más “idiotas”-inocentes- y menos “listos”-malévolos-. Yo no voy a añadir más al respecto, sería innecesario y redundante. Ni qué decir tiene que el autor francés escribió un texto excelente, de una gran elegancia y una hilaridad inmensa. Me gustó mucho la primera vez que la vi. Me gustó mucho menos en la segunda ocasión. En ésta, iba con cierta reticencia, sobre todo cuando en una de las magníficas pantallas que adornan el Metro de Madrid pude leer que al texto original se le habían añadido “nuevos chistes”. ¿Por qué?, pensé, no son necesarios. ¿Vendrán al caso?, seguí pensando… O ¿serán el fruto del oportunista aprovechamiento de la vis cómica de los tres protagonistas de esta nueva versión?... Con esta idea acudí al Teatro Infanta Isabel… Y si bien, en cierto modo, atiné con mi “prejuicio” he de admitir que no me disgustó.
Eliminando algún chiste que no viene a cuento y que obedece a intereses ajenos a la misma obra, alguna caracterización exagerada y hortera que también mira hacia esos mismos intereses, he decir que encontré a un Josema Yuste casi perfecto en su papel, a un Agustín Jiménez fantástico en el personaje del ingenuo coleccionista de maquetas elaboradas con cerillas, llamado Francisco Piñón… También descubrí a un Félix Álvarez un tanto exagerado, a través de cuya presencia los productores o entidades colaboradoras han puesto el acento en situaciones que no están en el texto original. No reprocho el motivo de la crítica; sí reprocho el modo; se nota tanto… ¿Por qué no aprendemos a ser más sutiles…?
Una vez más, no voy a omitir algo que no es la primera vez que observo y que quizá sea una práctica ancestral, pero cuando la diferencia es tan grande no está de más señalarlo. Obviamente el trío protagonista “es el que es”. Reclamo para la atracción del público, para las risas, para el éxito… Sin embargo, no se debe descuidar el resto del elenco, aunque sus papeles sean muy secundarios, aunque sus apariciones sean mínimas. De hecho, el profesional que haya de defender estos personajes “de reparto” ha de serlo; ha de tener una presencia tan fuerte, tan potente como el “reclamo”, como el protagonista, como el famoso, como el popular… Aquí no, y la solvencia de los tres nombres que completan el cartel es tan pequeña como su tamaño en el mismo.
Por lo demás, la obra funciona, no podía ser de otro modo, aunque les quedan por cuadrar algunas cosillas. No se ha estrenado de forma absoluta en Madrid, pues viene de hacer una pequeña gira, y aún así, algún timbre suena después del tiempo preciso, algún altavoz de móvil “se coloca” de manera automática (al actor se le olvida apretar el botoncillo)… en fin, cosillas que se deben precisar más para que todo funcione como “un reloj”…

Sofía Basalo.

martes, 7 de diciembre de 2010

EL AMANTE (Julio 2010)


EL AMANTE.

Teatro Réplika.

Autor: Harold Pinter.
Director: Fernando Sansegundo.
Intérpretes: Eva Higueras y Alberto Maneiro.

CUANDO EL PERSONAJE DEVORA A LA PERSONA…

Una pareja intenta mantener vivo un amor agonizante; una convivencia autómata, vestida de rutina y cansancio. Dos jóvenes intentan crear una realidad paralela, con el fin de encender una llama que se apagó hace tiempo. Dos jóvenes intentan ser otras personas y amar de otra forma. Dos seres intentan vivir, mientras la vida se viste de aburrimiento y monotonía. Él será el ordenado marido que cada día acude a su trabajo y regresa tarde a causa de las consabidas reuniones laborales. Ella será la esposa infiel y leal que cada tarde espera a su amante, para recibirlo con las persianas bajadas; que cada tarde mira los ojos de su marido y descubre a otro hombre, otros deseos y otro sabor; que cada tarde, al concluir la cita, vuelve a vestirse de “leal esposa” para recibir a su cónyuge, prepararle una cena fría y sentarse a su lado frente al televisor...
Poco a poco, los personajes que ambos interpretan cada día, se apoderarán del ser que los acogió imprudente. Poco a poco, la sombra de los celos irá haciendo mella en una relación muerta, que únicamente se hace tangible al anochecer, cuando los dos “actores” se sientan frente al televisor y diversos mensajes equívocos alimentan una historia que se irá tiñendo de tragedia paso a paso.
La quebradiza línea que separa la persona del personaje se romperá cuando el deseo dé paso a la humillación gratuita y encendida. Cuando el amante quiera acallar los celos poniendo fin a una aventura que no existe, y esa conclusión quede sellada por un insulto doloroso y ruin.
Los personajes han devorado a las personas. El juego se ha adueñado de la vida.
El amante esposo no sabe bien si eliminar a su amante huesuda o a su esposa insatisfecha, de cualquier modo la muerte no es capaz de distinguir entre ambas imágenes…
La puesta en escena dirigida por Fernando Sansegundo, cumple perfectamente las expectativas del texto. Un corto relato, muy bien escrito por Harold Pinter, que paso a paso va desconcertando al espectador, creando preguntas y ambigüedades que le invitan y animan a descubrir qué pasa en la habitación en la que dos personas se evitan, se miran con recelo, se preguntan… y no logran responderse; qué ocurre en la habitación de persianas bajadas en donde un matrimonio se encuentra sin reconocerse intentando vivir lo que no es capaz de hacer con la luz encendida…
Me han gustado los dos jóvenes intérpretes; me ha gustado, sobre todo la respuesta decidida a la necesidad de los personajes, a la intensidad que exige el texto en su fatal resolución.
Ni que decir tiene que todo resulta más fácil cuando entre las manos poseemos un texto de tanta calidad, pero no siempre el resultado es tan satisfactorio.

Sofía Basalo.