viernes, 30 de septiembre de 2011

UN MOMENTO DULCE. LA FELICIDAD. (Junio 2007)


UN MOMENTO DULCE. LA FELICIDAD.

Sala Ítaca.

Autor: José Ramón Fernández.

Director: Luis Bermejo.

Intérpretes: Miguel Barderas, Beatrice Binotti, Luis Crespo, Eugenio Gómez y Aída Villar.

TROCITOS DE CHOCOLATE...

... Es un encuentro entre las dos generaciones. Entre nuestros padres, nuestros abuelos... Un encuentro con nosotros mismos...

Un encuentro con aquellos que fuimos, con aquellos nombres que se han quedado dormidos en el sabor de una magdalena, en una foto en blanco y negro, en un vinilo, en las notas de una canción, en el pegamento solidificado de una chapa en la que figura el rostro de un jugador de fútbol, en las nubes oscuras del primer cigarro, en el sabor húmedo de un beso... quizá el primer beso... siempre fue el primer beso...

Un encuentro con el único instante capaz de sentarse a nuestro lado eternamente; con la única palabra que jamás se alejará de nuestros labios; con la única “intención” que seguirá siendo en potencia a pesar del pasado...

Un encuentro con los momentos que nos eligen para ser memoria. Un encuentro que nos busca en las postales gastadas de un verano... Un encuentro que camina a través de nuestros pasos para recuperarnos en los sueños que una vez pudieron ser...

José Ramón Fernández, con este texto, ha jugado para ganar. No sé si el ser humano es especialmente proclive a mirar hacia atrás, hacia el ayer, no sé si tiene especial interés en recordar con los cinco sentidos... no lo sé... pero es inevitable iniciar el camino cuando la puerta de las emociones queda abierta.

José Ramón Fernández ha abierto la puerta y la compañía Teatro del Zurdo nos ha recibido con los brazos abiertos y con “trocitos de chocolate”... Con la fuerza de los recuerdos...

La puesta en escena es realmente evocadora. Ocho cocinas de distintas épocas. Sobre la más moderna se está haciendo un cocido... sobre la más antigua hay, colocada estratégicamente, una lata de colacao...

La visita de Luis y su mujer, Bea, al padre del primero, enfermo de Alzheimer, es el detonante para que ella organice una reunión de amigos con el fin de recordar, de comprobar, de constatar quizá, que los momentos dulces son los últimos en abandonarnos, los únicos que no desertan, que no nos dejan solos a pesar del tiempo...

La música, los sabores, el amor, la inocencia... Incluso aquello que no fue, pero quisimos creer... Se harán presentes en una reunión verdaderamente cálida.

Los momentos divertidos e informales se mezclan, con total fluidez, con los monólogos más íntimos y reflexivos de algunos personajes... Incluso la biografía de Luis Molowny queda perfecta en el puzzle teatral de recuerdos que esta joven compañía nos ha regalado.

Quizá sea ése el truco... Los recuerdos vienen a nuestra mente sin orden, en un perfecto caos que nos suele hacer sentir... bien... mal... generalmente bien... recordar a veces es reinventar la vida...

Ésta es la propuesta. Un pretexto para detenernos, recordar, saber que fuimos, saber que somos y saber que podremos seguir siendo...

Un pretexto para dejar constancia de que la felicidad es una extraña compañera de viaje, inconstante quizá, pasajera seguro... pero fiel... a su manera... siempre habrá un momento en el que veremos su rostro... sólo hay que ser paciente y no forzarla... le gusta la libertad...

Un pretexto, un bonito pretexto, para descubrir que la eternidad es el presente... Y que sólo en él vivimos la dulzura de un infinito instante...

Un pretexto para no perdernos, para no dejarnos ir, para no dejar nada pendiente, para saborear todos los trocitos de chocolate que se han quedado perdidos en nuestro camino... Un pretexto breve... intenso... que nos deja un sabor dulce... emotivamente dulce...

... A la salida tuve mi momento dulce... en el programa de mano, nos dicen: “Sería un logro que salieran del teatro, comentando un momento dulce... “ pues sí, lo comenté... y se lo comento... puse la radio... (era sábado, 9 de junio, a las 22:00 horas...)... en antena, el carrusel deportivo... viví mi momento dulce... breve... y no dos veces bueno... de repente apareció Tamudo... y rompió la magia... qué voy a hacer... soy culé... no puedo evitarlo.

Sofía Basalo.

sábado, 24 de septiembre de 2011

CAMAS Y MESAS. (Julio 2011)


CAMAS Y MESAS.

Teatro Arenal.

Autor: Emilio Williams.

Directora: Isabel Pintor.

Intérpretes: Isabel Pintor, Juan Antonio Molina, Xavier Olza y Carlos Pontini.

LOS VARIADOS ROSTROS DEL AMOR...

El amor en todas sus formas y en todos sus estados. La amistad, el romanticismo, el instinto, la sublimación... El sexo, la comunicación, la complicidad... La infidelidad, la lealtad, la intimidad, el respeto...

... Y el perdón que envuelve todos los rostros de este sentimiento. La capacidad de perdonar, de valorar la relación que hasta ese momento unía a dos personas imperfectas, a dos seres que, como todos, cometen errores, son imprudentes, se dejan llevar por sus instintos y piensan después... cuando lo hecho, hecho está... cuando nada alcanza a borrar aquello que pudo o no, menoscabar la complicidad, el afecto, o el cariño... si es que algo puede menoscabar esos sentimientos...

El amor entre las camas y las mesas. El amor entre la pasión y la palabra. El amor en continuo desequilibrio. El amor capaz de caminar entre un campo de batalla minado por la rutina, la costumbre y un nocivo silencio. El amor capaz de lograr su plenitud en el idílico paisaje que dibuja una amistad... Una amistad incondicional... No sé si será necesario precisar que en el texto de Emilio Williams, ese hombre es homosexual... No sé si será necesario dudar de la hipotética amistad entre un hombre y una mujer cuando ambos son heterosexuales... Pero no es el caso que nos ocupa.

Esta obra que ha dado el salto de las salas alternativas al escenario comercial del Teatro Arenal, presenta a dos parejas. Una homosexual y otra heterosexual. Entre ellas camina el amor en todas su formas. Camina el día a día, los baches, los dilemas, las incertidumbres, el pasado y sus cenizas... Y un final tristemente feliz que apuesta por el amor incondicional de una amistad, por el amor capaz de acomodarse entre las imperfecciones que nos hacen humanamente perfectos, por el amor capaz de sentarse en el recodo del camino de la vida y después de un rato ponerse en pie y reanudar la marcha joven, dinámico y esperanzado. El amor en definitiva. Pero hasta ese momento, estos cuatro jóvenes se conocerán, se odiarán incluso, dejarán de creer en sí mismos, superarán sus crisis personales y de pareja, y seguirán viviendo.

El valor de “Camas y mesas” es un texto absolutamente humano, real, sencillo e inteligente a un tiempo. Un texto cuidado al máximo por un equipo de profesionales que han apostado por ello. Isabel Pintor ha realizado una labor de dirección extremadamente pulcra. Una labor acentuada por su reciente incorporación al reparto, completando de este modo, un cuarteto realmente notable.

Se ha dicho de este título que ha sido la obra sorpresa teatral del último año. Apostemos pues por las sorpresas tan positivas como ésta. Apostemos por el ser humano, capaz de amar... O de al menos, dejarse parte de la vida en el intento.

Sofía Basalo.

viernes, 16 de septiembre de 2011

CASA DE MUÑECAS (Febrero 2011)


CASA DE MUÑECAS.

Teatro Auditorio Federico García Lorca de Getafe.

Autor: Henrik Ibsen.

Dirección: Amelia Ochandiano.

Intérpretes: Silvia Marsó, Roberto Álvarez, Pep Munné, Ana Gracia, Pedro Miguel Martínez, Mamen Godoy, Ionel Pena y Cuca Villén.

EVOLUCIÓN SIN PORTAZOS…

Amelia Ochandiano afirma que “Casa de muñecas” no es un alegato a favor del feminismo, que “el portazo de Nora” no supone sólo su liberación, sino el principio del cambio de un mundo anquilosado, intransigente, incapaz de comprender… Amelia Ochandiano estima que “Casa de muñecas” es un clásico humanista; pero Henrik Ibsen, en su momento manifestó lo siguiente: “Nuestra sociedad es masculina y hasta que no entre en ella la mujer no será humana”. Me pregunto porqué la directora de este montaje ha precisado lo primero… Quizá no quiera que en un tiempo tan dado a demagogias se limite o menoscabe el mensaje que tan sabiamente nos dejó el autor noruego. Pero “Casa de muñecas” sí es un alegato a favor de la mujer, una mujer que con o sin portazo intentará cambiar el mundo, para hacer de él un lugar más habitable, una mujer que quiere mirar de frente al hombre, sin tener que levantar su cabeza para hacerlo, una mujer que no necesita la protección asfixiante de un hombre que la ve, la mira, la considera una niña eterna. Y en el fondo, creo que así lo piensa la directora, al incluir en el programa de mano la foto de una muñeca que llora. Una muñeca de tela cuya boca está cosida para que no hable, para que no se exprese… Una muñeca sin voz.

Sobre el escenario vemos una casa amplia. Con el mobiliario imprescindible. Varias aves disecadas intentan adornar el lugar. Una de ellas prende del simbólico techo, quiere volar. Es navidad y el matrimonio acaba de mudarse. Nora parece ser feliz, aunque intenta evitar ante su marido algún comportamiento que éste gusta de reprobar. ¿Qué hay tras las carcajadas infantiles de Nora. Qué hay tras el protector amor de su marido? Podríamos preguntarnos… Una realidad pronta a derrumbarse. Sus cimientos son demasiado frágiles como para soportar las mentiras elaboradas por una mujer que no ha querido herir el orgullo masculino de su marido.

A medida que la obra transcurra y vayamos descubriendo la realidad en la que sobrevive Nora, el salón donde todo tendrá lugar, irá quedando más limpio, más desierto. Las ropas de los personajes irán siendo más sencillas, más simples, más auténticas. La verdad de todos y cada uno saldrá a la luz para decirnos cómo será el tiempo que vendrá tras el milagro que espera Nora. Cristina, su amiga, viuda e independiente, encontrará a un compañero al que amar. El Doctor Rank, quizá el único hombre que ha querido bien a Nora, será el ejemplo auténtico de la dignidad, con tan sólo una carta marcada con una cruz y, por último, Krogstad, empleado de su marido y antiguo estafador, reconocerá su pasado y también su presente para decir la verdad y comenzar una nueva vida junto a la mujer que siempre amó…

Nora tendrá ante sí no el milagro que esperaba, sino la valentía marcada por la tristeza para hablar con su marido por primera vez, y marcharse de esa casa. Sin portazos. Dejando las puertas abiertas para que entre el aire de un nuevo mundo, mientras Helmer contempla atónito cómo “su muñeca” de pronto ha cobrado vida y voz.

La propuesta dirigida por Amelia Ochandiano es magnífica. Silvia Marsó es una Nora maravillosa. Niña cuando así la ve su marido y tristemente adulta cuando se dirige hacia él intentando que descubra sin éxito quien realmente es. Roberto Álvarez como Helmer también lleva a cabo un trabajo magnífico, así como Pedro Miguel Martínez, dando vida al Doctor Rank, cómplice incondicional de Nora. Todos los intérpretes están a la altura de un texto siempre actual, siempre conmovedor, más aún si cabe con ese final sin portazos, suave, casi dialogante, sutil, femenino… Quizá esa puerta abierta se escuche más y mejor que el clásico portazo…

Sofía Basalo.

sábado, 10 de septiembre de 2011

NI CON EL PÉTALO DE UNA ROSA (Abril 2011)


NI CON EL PETALO DE UNA ROSA

Teatro Lara.

Autora: Nieve de Medina.

Director: Juanfran Rodríguez.

Intérpretes: Nieve de Medina, Marta Poveda, Arantxa Aranguren y Rafael Rojas.

… AL FINAL DE LA ESCALERA…

… Al final de la escalera del Hall del Teatro Lara se oyen voces, gritos, llantos… Al final de la escalera se comienza a vivir el drama… Un drama cotidiano, reiterativo, diario… Un drama que desciende hasta llegar a los oídos de una vecina que plancha incansablemente para no escuchar una realidad ante la que no sabe cómo reaccionar… Un drama que se extiende hasta encontrar su propio eco en las formas de una hermana que no puede admitir el comportamiento aparentemente sumiso, aparentemente cobarde de una mujer que a estas alturas no se reconoce en su propio ser… Un drama que realmente desconocemos mientras lo vestimos de juicios, de opiniones, de sentimientos, que dejamos libres a partir de nuestra propia perspectiva a menudo errónea y siempre subjetiva… Un drama cuyas raíces se retrotraen hasta el mismo momento en el que la historia comenzó a ser escrita por la mano de un hombre, de muchos hombres… De los mismos que en pleno siglo XXI continúan matando los sueños, las aspiraciones, la autoestima de una mujer que simplemente lucha por ocupar un sitio en la sociedad… De las mismas féminas que se conforman con el estado actual de una sociedad todavía masculina, que osa calificar cada grito de libertad como demagogia barata, feminista y radical…

¿Por qué una mujer aguanta los malos tratos. Cómo hablar con la mujer que tras un número determinado de años ha dejado de sentirse completa. Por qué un hombre llega a convertirse en una bestia. Por qué muchas veces somos testigos mudos y sordos de la tragedia….?

Preguntas… Preguntas que Nieve de Medina ha planteado en un texto tan breve como intenso… Preguntas cuyas respuestas se hallan en las cuatro miradas, en las cuatro perspectivas, en las cuatro voces que desde este texto nos hablan, nos impelen a reflexionar antes de hablar, a ponernos en el lugar del otro antes de juzgar, a ser ellos para poder ser nosotros.

Una mujer maltratada (Nieve de Medina). Una mujer a punto de convertirse en una animal herido y moribundo. Una mujer salvada por la niña que fue, por la niña que desde el espejo le habla y devuelve la dignidad esparcida entre las humillaciones e insultos de un hombre que poco a poco ha ido borrando de su memoria todos sus sueños… Un hombre (Rafael Rojas) que tuvo una infancia normal, aunque se vio obligado a contemplar cómo su padre se convertía en un fracasado, en una sombra del que fue… Quizá no quiera convertirse en la penosa réplica paterna y por eso teme la figura femenina quizá más fuerte, más segura que su propia figura…

… Una joven (Marta Poveda) que aprendió a adorar a su hermana mayor … Una joven que no quiere admitir el ser en el que su hermana se ha convertido… Una joven incapaz de medir la violencia con la que pretende proteger a su hermana…

… Una vecina (Arantxa Aranguren) que escucha, que teme, que quiere, que a veces no puede y que plancha la gabardina que al final protegerá la libertad de la mujer que sobrevive en el piso de arriba.

Cuatro voces que junto a un violín nos regalan un realismo sobrecogedor. Cuatro rostros que reflejan la verdad que transmiten, la verdad que sucede al final de la escalera y sobre el suelo del Hall del Teatro Lara.

Nieve de Medina ha acertado al huir del tópico, del maltrato visual. Nieve de Medina ha acertado al permitirnos imaginar las broncas que día a día matan el alma de la mujer sin nombre, el alma de la mujer que cada jornada cae rodando por las escaleras para levantarse y caminar… Nieve de Medina ha acertado al hacer preguntas, al no plantear culpables, al invitarnos a comprender, a pensar antes de hablar, a reflexionar antes de emitir un juicio seguramente injusto. Nada surge de la noche a la mañana. Todo, hasta un maltratador necesita tiempo y dedicación… Y sobre todo, todos, absolutamente todos, podemos llegar a maltratar… aunque a veces, la violencia surja de nuestra propia rabia, de nuestra propia impotencia, de nuestro propio dolor.

Sofía Basalo.

viernes, 2 de septiembre de 2011

DAVID Y EDUARDO. (Junio 2011)


DAVID Y EDUARDO.


Teatro Lara.

Autor: Lionel Goldstein.

Versión y dirección: Ángel Fernández Montesinos.

Intérpretes: Fernando Conde y Juan Gea.


DELICIOSO ENCUENTRO

Dos hombres se conocen en el adiós de una mujer. Florence Halpern, esposa de David Halpern (Fernando Conde) ha muerto. En el momento del entierro, cuando el reciente viudo pide a su familia un momento de intimidad, se da cuenta de que no está solo ante la tumba de su esposa. Un hombre que lleva en sus manos un ramo de flores blancas se dirige hacia el lugar donde descansa “Flo” (como llamaba a su mujer). Ambos se conocerán, cruzarán unas palabras repletas de incógnitas… Más aún cuando el desconocido caballero le entregue al viudo una tarjeta y le pida, casi le exija, que vuelvan a encontrarse…

…Pasadas ocho semanas, ambos hombres se citan en Central Park. El extraño caballero, Eduardo Johnson (Juan Gea) resulta ser el primer amor de “Florence” como éste la llama. Un amor que nació antes de conocer a David, su futuro marido, y que se mantendrá a lo largo de cuarenta años. En ese segundo encuentro ambos hombres discuten, comparten la intimidad que respiraron junto a una mujer que resultó ser una desconocida para su propio esposo. Descubren que quizá una decisión errónea marcó sus vidas. David se siente traicionado, engañado… Para posteriormente reconocer que no fue del todo legal con una mujer que paradójicamente coleccionaba pares de guantes. En un momento dado comentará exaltado: “¡Habrá llegado a tener más de doscientos pares de guantes!”… Eduardo se sentirá humillado al descubrir que a finales de los años sesenta el marido del amor de su vida tuvo una amante, “la común historia entre el jefe y su secretaria”. Una historia que duraría tres años, porque ella dejó a David, quien recordará que un año más tarde regresaría para despedirse definitivamente y decirle que se casaba con otro hombre cuyas manos le recordaban a las que la amó tres días a la semana, sobre las cajas de cartón del almacén de la fábrica en la que los dos trabajaban…

Tras desencuentros verbales y emocionales, ambos hombres terminan admitiendo sus errores… Quizá el amor los visitó, quizá les dio la mano durante un momento, pero ninguno de ellos siguió sus huellas… Tal vez la costumbre, las normas sociales y familiares, las convenciones, el qué dirán... Obligaron a que los dos protagonistas y el nombre que planea durante toda la obra optaran por llevar una vida repleta de insatisfacciones y sueños incumplidos…

“David y Eduardo” es una obra deliciosa… Una obra que está impregnada de un humor sutil y absolutamente tierno. A lo largo del texto el autor deja sueltos ciertos detalles que nos revelan los sentimientos del tercer personaje, mientras David y Eduardo hablan de sus propias emociones. En un momento David, el marido “ultrajado” dice algo que quizá teme, y es que lo que hubo entre su mujer y Eduardo no fue una amistad incondicional, fue Amor… por parte de Eduardo está claro, pero ¿qué sentía Florence?... En ningún momento se nos dice de una forma clara y diáfana… Pero es el Amor el que hace que una pareja o dos parejas tengan su canción… es el Amor el que de una forma platónica o no, hace posible que una “amistad” perdure durante cuarenta años, con seis encuentros cada trescientos sesenta y cinco días…

Lionel Goldstein sí nos dice lo que sentía Florence por Eduardo… Pero, es el espectador el que tiene que atar cabos para descubrirlo… ¿Era la fallecida una caprichosa porque “coleccionaba” guantes?... ¿Qué tenían de particular los guantes?... Según le confiesa Eduardo a David, tras su matrimonio, ella no le permitió más que besarle la mano “enguantada”… Ése y no otro era su contacto físico… Y el beso se lo llevaba el guante… El guante que seguramente tras el encuentro, guardaba celosamente en su caja… atesorando así el beso del amor de su vida… Seguramente no volvía a ponerse ese guante… para no borrar las huellas del único contacto físico que se permitía con el hombre al que siempre amó…

Fernando Conde y Juan Gea hacen magia sobre un escenario casi desierto. Una pantalla donde se proyectan las imágenes de un cementerio y posteriormente de Central Park. Un banco, una mesa, unas sillas… Y para terminar una lápida con la forma habitual porque su marido no encontró una con forma de guante… No es necesario nada más, nunca se necesita más cuando el texto, los actores y el director son de tanta calidad.

Sin duda, “David y Eduardo” es una obra deliciosa, una joya que la compañía de Fernando Conde ha sabido cuidar eligiendo lo mejor para llevarla a escena…

Sofía Basalo.