viernes, 5 de diciembre de 2008

...Y SIN EMBARGO TE QUIERO.



(Este comentario salió publicado en www.larepublicacultural.es y www.noticiasteatrales.es )



Teatro Galileo.

Autor: Miguel Murillo
Director: Antonio Corencia.
Intérpretes: Alejandra Torray y Ángeles Martín.

MÁS ALLÁ DE LAS PÁGINAS DE UN LIBRO...

Es difícil “criticar” cuando lo que tienes ante los ojos son dos pedazos de vida. Dos almas que en realidad son todas las almas que sobrevivieron a una guerra, a una dictadura, a mil humillaciones, a mil pérdidas, a un exilio, a todos los exilios... Dos almas que sobrevivieron observando su propio entorno a través de las ventanas de una casa grande por la que pasaron el tiempo, los años, las décadas... Dos almas que lograron amar más allá de las ideas, más allá de las palabras, más allá de los bandos, más allá de una eterna mancha de sangre que jamás logró marcharse del presente de esas dos niñas que fueron adolescentes, que fueron adultas, dolorosamente adultas... y sin embargo se quisieron...
Todo lo que podamos decir, todo lo que podamos escribir es poco. Porque una vez más Miguel Murillo nos ha regalado la vida en las vidas de Ana y Rosa; en una obra de teatro, pequeña, íntima... inmensa; en la memoria colectiva de un pueblo que en su intrahistoria fue héroe, pues héroes no son los que vencen, los que se vengan del derrotado, los que se proclaman caudillos... los héroes son los que sobreviven, los que no dejan que el odio manche su vida con rencores y olvidos, los que no permiten que una justicia arbitraria les diga a quién y a quién no deben amar... aquellos que saben ver más allá de una afirmación, de una idea o de una opción... Y aunque no lo creamos, el mundo sigue adelante gracias a los héroes anónimos que dibujan su camino vital más allá de banderas, más allá de himnos... Y aunque no lo creamos el mundo amanece cada día gracias a los ojos expectantes de aquellos que luchan contra una mancha que no quiere diluirse en la niebla... que no quiere liberarnos de una cárcel que nos impide recordar sin odio... que no quiere dejarnos caminar, dejarnos avanzar, dejarnos vivir sin el miedo de que algo parecido pueda volver a destruirnos...
Miguel Murillo ha homenajeado a aquellos héroes, hombres y mujeres, que supieron amar más allá de banderas y de bandos... un homenaje por el que vale la pena arriesgarse, por el que vale la pena emprender una aventura apasionante y también dura, por el que vale la pena la renuncia.
Alejandra Torray y Ángeles Martín han abrazado este texto con fuerza y lo han hecho suyo, tan suyo que sobre el escenario no acertamos a distinguir la línea que marca el personaje de la persona, tan suyo que casi logramos palpar el amor que cada una siente por la niña, adolescente, joven, adulta que interpretan... y sinceramente, cuando, como espectadores sentimos eso, vemos eso, percibimos eso... es absolutamente mágico... es casi como lo que en un momento dado dice Ana (Ángeles Martín) la niña que sirve en la Casa Grande, la mujer que aprende a vivir en la Casa Grande, respondiendo a la pregunta de Rosa (Alejandra Torray) “qué es el amor”. Ella responde con los ojos brillantes, que es como cuando por una ventana abierta penetra el sol radiante...
“... Y sin embargo te quiero” es el sol que entra de lleno en el corazón del espectador. Va directo, sin intermediarios y sin ninguna dificultad... Tal vez porque en este proyecto laten los corazones de muchas personas... de las que han luchado porque las palabras que escribió Miguel Murillo lleguen hasta nosotros... y de aquellos que hemos dejado que nuestros ojos comiencen a pasear por las páginas escritas por el autor extremeño...
Es bueno ejercitar la memoria, también la histórica. Es bueno no olvidar que ante todo somos seres humanos. Es bueno aprender a ver la humanidad en nuestros semejantes, incluso en aquellos con los que no compartimos nada... pero yo no puedo dejar de señalar que Ana no se va a Francia por gusto. No puedo dejar de señalar que Ana, la niña que llega a la Casa Grande para paliar el hambre de su familia, se va a Francia porque si no lo hubiera hecho, otros seres humanos la hubieran matado. No puedo dejar de señalar que Ana tiene que exiliarse porque “su bando” no ganó la guerra. No puedo dejar de señalar que cuando Ana se ve forzada a marchar han comenzado los cuarenta años de “paz” del General Franco...

Sofía Basalo.

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