domingo, 29 de mayo de 2011

CINCO HORAS CON MARIO (Enero 2011)




CINCO HORAS CON MARIO.

Teatro Reina Victoria.

Autor: Miguel Delibes.
Dirección: Josefina Molina.
Intérpretes: Natalia Millán y Víctor Elías.

CUÉNTAME… PERO SIN MICRÓFONO, POR FAVOR.

… Mario está muerto… Pero no lo están la hipocresía, la insatisfacción escondida en los pliegues de un “saber estar” forzado, la soledad, la incomunicación, las costumbres vestidas de deseos enfermizos, la culpabilidad de quien se siente traicionada e incapaz de ser feliz…
… Mario está muerto… Con sólo 49 años y está muerto… lo tiene todo y está muerto… no ha sabido vivir porque no ha querido comprar un coche y está muerto… su cuñada llora desolada y está muerto… su mujer lo vela durante cinco horas y aunque en un momento dado parece que se mueve… Mario está muerto…
… Mario está muerto. Su féretro preside la biblioteca. A su izquierda una estantería cuyos libros han sido vueltos “cara a la pared” para que “los colorines de sus lomos” respeten el luto. Un poco más cerca del féretro, una mesa; sobre ella, una máquina de escribir y un termo. A la derecha cuatro sillas que irán cambiando de posición. Será Carmen Sotillos (su viuda) quien a lo largo de esas horas las mueva al sentarse, al ponerse en pie, al caminar, al pensar, al recordar, al sentirse viva, al encontrarse envuelta en el gris que la rodea…
Quizá la sociedad en la que Carmen sobrevive haya muerto. Quizá el texto de esta novela, además de ser espeso, esté pasado. Quizá no tengan lugar obras como ésta… Pero no se equivoquen. El personaje creado por Miguel Delibes es un reto para una actriz. La interpretación de la inmensidad de sentimientos que sobre el escenario experimenta, no está al alcance de cualquiera. Carmen Sotillos es una mujer como, por otro lado, lo eran todas aquellas que comulgaban con la mojigatería propia de una educación castrante, todas aquellas que comulgaban con los dogmas de la apariencia y la hipocresía, todas aquellas que soportaban una realidad gris por el miedo a abandonarse a los colores vivos del deseo y la autenticidad… De la vida misma…
Quizá no estemos en 1966… pero sus oscuros ecos a veces se escuchan… Su tenebrosa sombra a veces parece alargarse amenazando nuestra reconquistada libertad… Su lúgubre recuerdo planea en la memoria de más de una generación de españolitos y españolitas que viven el hoy con miedo, con precaución… Quizá no estemos en 1966 pero a veces cuesta mucho desaprender lo que la imposición metió en nuestras conciencias…
Hasta el momento, sólo Lola Herrera había dado vida a Carmen Sotillos. Tuve la oportunidad de verla hará unos seis o siete años, no lo recuerdo bien. Fue en el Teatro Real Cinema. He de admitir que no me acabó de convencer… No me acabé de creer a esa mujer… quizá porque estuve toda la obra “buscando el micrófono”… (Siento verdadera fobia a los micrófonos innecesarios, lo confieso)… Pero no salí muy convencida… El mismo temor sentí al conocer quién sería la “nueva Carmen”… Tras ver el extraordinario trabajo de Natalia Millán, admito mi error. Ésta camina por la multitud de sentimientos y remordimientos de la protagonista con una veracidad absoluta. Natalia Millán sirve al texto de un modo sobresaliente, ella es el instrumento y es y la vemos como Carmen Sotillos. Quizá la acertada escenografía o las acertadas luces que adquieren tonalidades violetas cuando surgen los deseos más íntimos de la insatisfecha mujer, le ayudan a sacar adelante un texto tan intenso y extenso… De cualquier manera, Natalia Millán no se queda atrás, incluso diría más, sin ver el primer montaje que interpretó Lola Herrera, me ha gustado mucho más la Carmen que respira a través de la voz y del rostro de Natalia Millán que la que respiró a través del trabajo de Lola Herrera, hace seis o siete años…
… Volviendo al micrófono… aquí también estuve un cuarto de hora más o menos “en busca y captura” del micrófono. Lo encontré muy bien camuflado entre el peinado de nuestra protagonista… aunque cuando la actriz se queda en combinación “el aparato” queda, también, al descubierto. No creo que éste fuera necesario. El Reina Victoria no es muy grande y Natalia Millán es lo suficientemente buena actriz como para que su voz se escuche perfectamente hasta la última fila del recinto. Éste es el único “pero” completo que le pongo a un montaje cuyo comentario debiera acabar aquí, pero no lo voy a hacer… y no por un ánimo “leñero” ni nada de eso… Es cierto que Víctor Elías (de Los Serrano) sale a escena diez minutitos o así, pero no está de más que una servidora le dé un consejito, un consejito que me podría guardar… pero no me queda sitio, disculpen. La tele no es el teatro y si en la tele se suele hablar rápido o quizá se permite hablar rápido, casi sin vocalizar… en el teatro no se puede, no se debe… Así que, Víctor, aunque sólo tengas dos o tres frasecitas, si las dices como es debido, “miel sobre hojuelas”… Por lo demás, sobresaliente para un montaje al que le sobra el micrófono.

Sofía Basalo.

domingo, 15 de mayo de 2011

DIVORCIADAS, EVANGÉLICAS Y VEGETARIANAS. (Julio 2010)


DIVORCIADAS, EVANGÉLICAS Y VEGETARIANAS.

Teatro Pequeño Gran Vía.

Autor: Gustavo Ott.
Director: Gustavo Ott
Intérpretes: Blanca Rodríguez, Carmen Sánchez y Yanet Sierra.

ÉRANSE UNA VEZ… TRES HORTERAS.

Si nos adentramos en la página web de “Profetas de mueble bar” podremos leer lo siguiente: Estamos ante “el éxito de la temporada”. Un texto lleno de ternura, un canto a la amistad, a las realidades humildes, a las grandezas minúsculas… Un espectáculo que va directo al corazón por el continuo y muchas veces ácido análisis que se hace de los múltiples sentimientos humanos… en fin… De nuevo, me sorprenden las evaluaciones que, de según qué espectáculos, se llevan a cabo; aunque, claro, si las extraemos de una productora o entidad parecida que ha apostado por dicho espectáculo qué vamos a esperar ¿no?
“Divorciadas, evangélicas y vegetarianas” es una horterada. Una horterada en toda su extensión: En el contenido, en el continente, en el texto, en el vestuario realizado por León Revuelta “una figura clave del cine y el teatro español” y que parece ser, en este proyecto se ha tomado unas vacaciones, en las intérpretes (no es que yo tenga nada en contra, pero vamos, que intenten aparentar 38 años, señoras que “me da” pasan de los cincuenta…), en el humor empleado, en la temática… en todo. Una horterada absoluta, porqué quedarse a medias.
Cuando me encuentro ante estos casos (intérpretes que intentan aparentar o ser alguien objetivamente “imposible”) me pregunto: ¿Es que no hay actrices capaces de ser una de estas tres “Marías”; es que en Canarias no hay más materia prima que estas tres actrices que no son malas, simplemente intentan adaptarse a un esquema que no les va… a un texto que vale nada y menos, a unas situaciones que son absurdas… a unos personajes arquetípicos, fáciles, reiterativos, simplones… a un proyecto más que malo?
Quizá esté siendo demasiado “cáustica”. No esperaba gran cosa, la verdad. Pero tampoco me esperaba este “cuadro”…
Una hora y veinte minutos de historias sabidas que, en esta ocasión, están contadas de una manera absurda, poco elaborada y sin imaginación.
¿Qué más puedo decir?... Mejor, corto y cambio.

Sofía Basalo.

domingo, 1 de mayo de 2011

DÍAS ESTUPENDOS (Octubre 2010)

DÍAS ESTUPENDOS.

Teatro Valle-Inclán. Sala Francisco Nieva.

Autor y director: Alfredo Sanzol.
Intérpretes: Paco Déniz, Elena González, Juan Antonio Lumbreras, Natalia Hernández y Pablo Vázquez.

... RECUERDOS DE VERANO…

El verano es una época de risas, de posibilidades recién nacidas, de instantes infinitos, de ilusiones jóvenes y repletas de vida. En el verano habita el paraíso de la infancia y de la eterna adolescencia, cuando los sueños son realidades posibles, cuando la imaginación nos devuelve los ecos de un ayer luminoso y vibrante, cuando la mente vuela y nos eleva junto a ella a otros mundos, a otras vidas, cuando una voz cálida y sugerente nos dice que tenemos todo a nuestro favor para colorear la cotidianidad que nos rodea…
En el verano la realidad y los sueños se dan la mano para hacernos felices durante un mes, quince días, una semana, un fin de semana, un solo día…
Este espejismo ha subido al escenario del Teatro Valle-Inclán para colocarnos ante nuestros recuerdos, para invitarnos a evocar nuestros veranos, nuestros días estupendos… pero ¿fueron verdaderamente estupendos? Así nos lo dice nuestra memoria, facultad selectiva que sólo nos devuelve el dulce sabor del ayer; así nos lo dice el pasado siempre presto a la nostalgia…
Alfredo Sanzol ha elaborado una obra teatral cuya estructura se asemeja a la memoria, a cómo ésta nos devuelve el pasado, a cómo esta nos habla, nos dice que fuimos… Así, a lo largo de una hora y media se suceden dieciséis historias, dieciséis momentos perfectamente amalgamados, que exigen mucho de los actores que los interpretan y que logran Ser con total veracidad, en un momento determinado, en un tiempo indefinido.
Cada una de las historias que ante nuestros ojos se representa lo hace cargada de emociones, de recuerdos, de sensaciones que alcanzan su mayor grado en la despedida, en una canción “hortera” según su compositor y el mismo Alfredo Santol, en unas notas musicales que aún así nos conducen directamente a nuestras despedidas, a nuestros “adioses”, a nuestros estíos, y en una llamada que quizá no se debió producir porque al hacerlo estropeó ese momento que ya se convirtió en pasado. Cada uno de los instantes nos regala unas risas que vuelven a estar vivas, una melancolía que dormía quizá en la cotidianidad que nos abruma, un deseo que olvidamos entre la inmensa responsabilidad con la que el presente nos carga… y De repente, nos encontramos a esa futura madre que nos hace testigos de una conversación callada, entrañable, una conversación que mantiene con su futuro hijo, una conversación que se desarrolla en una sola dirección, aunque nos señala… diciéndonos que sólo seremos perdedores si dejamos enterrada nuestra inocencia, nuestra capacidad para soñar, para creer en el otro, para pensar que todo puede ser posible, para ver, dibujar, pergeñar entre infinitos amaneceres… días verdaderamente estupendos…
Tal vez esta obra que completa una trilogía que nunca tuvo intención de ser, no nos ofrezca nada del otro mundo… pero, como he leído en algún medio de comunicación, nos la merecemos, nos merecemos esos recuerdos, nos merecemos esa memoria, nos merecemos ese impulso para continuar conjugando días maravillosos… Sobre todo cuando quienes nos invitan a hacerlo lo hacen tan estupendamente bien.

Sofía Basalo.