EXTRAÑO ANUNCIO.
Teatro Valle-Inclán (Sala Francisco Nieva)
Autor: Adolfo Marsillach.
Dirección: Mercedes Lezcano.
Intérpretes: Manuel Galiana, Pepe Carabias, Mónica Aragón, Kike
Sánchez, Óscar Olmeda y Ana María Barbany.
LA IMBORRABLE HUELLA DEL MAESTRO.
Han transcurrido diez años desde que falleciera Adolfo
Marsillach y su viuda continúa en su empeño por cumplir la promesa de estrenar
los textos inéditos del actor, dramaturgo, director e inquieto hombre de
teatro.
En 2004 leí el texto que hace poco más de un mes llegaba a
la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán. Ya en aquel tiempo me fascinó,
dejándome un desasosiego indescriptible. Ya en aquel tiempo imaginé su puesta
en escena y esperé a dejar de imaginar para ser testigo de la ansiada realidad
que en el mes de marzo experimenté.
El misterio de la vida y de la muerte. La enigmática
intersección de dos ámbitos que caminan de la mano aunque nos cueste
asimilarlo. La magia de una puesta en escena impecable y de unas actuaciones
magníficas, que encabeza un Manuel Galiana extraordinario, como es habitual. La
mezcla entre el estupor, la incertidumbre y lo ilógico de una sonrisa que nos
es inevitable esbozar ante las situaciones que surgieron de un juego magistral.
El tiempo es el eje de una acción que nace tras una llamada,
un anuncio chocante y un hombre que a medio afeitar acude a abrir la puerta. Un
tiempo que está marcado por un tic-tac que nos acompaña antes, incluso, de que
la función comience. Un tiempo que desde su realidad teje una red que poco a
poco va ahogando al protagonista; un protagonista que no recuerda haber muerto,
que sabe que su mujer está en Barcelona porque su hermana se halla enferma, que
no admite que dos empleados de una empresa de mudanza irrumpan en su casa para
llevarse los muebles, los pedazos de realidad que aún lo rodean y protegen; un
protagonista observado por una mujer enigmática, por un cobrador insistente… Y
por su esposa… Antes de que reciba la llamada que la obligará a marchar a la
ciudad condal…
Manuel Galiana está espléndido en la piel de un hombre cada
vez más desconcertado. Su interpretación está llena de mesura, de contención e
inocente indefensión. Su trabajo está perfectamente arropado por un elenco
impecable que nos sobrecoge y nos hace sonreír desde el propio texto, desde la
propia situación, nunca desde el exceso.
La puesta en escena es rigurosa con el texto. El blanco de
las paredes de ese piso antiguo nos hace pensar quizá en la irrealidad que
rodea la acción, sin contar con las luces y su reflejo azul, que al final de la
función nos sugiere multitud de finales, multitud de caminos, multitud de
verdades a las que poder agarrarnos, al ser partícipes de un juego teatral más
que notable. Tal vez podamos pensar que se podía haber ido más allá de las palabras
que dejó escritas el maestro… Sinceramente creo que no era necesario. Esta
propuesta es sobresaliente por quien la escribió, por quienes han dado voz a
los personajes y por supuesto, por quien la ha dirigido, incluyendo los guiños
que hacia su autor están presentes en la función.
Sofía Basalo.
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