viernes, 16 de septiembre de 2011

CASA DE MUÑECAS (Febrero 2011)


CASA DE MUÑECAS.

Teatro Auditorio Federico García Lorca de Getafe.

Autor: Henrik Ibsen.

Dirección: Amelia Ochandiano.

Intérpretes: Silvia Marsó, Roberto Álvarez, Pep Munné, Ana Gracia, Pedro Miguel Martínez, Mamen Godoy, Ionel Pena y Cuca Villén.

EVOLUCIÓN SIN PORTAZOS…

Amelia Ochandiano afirma que “Casa de muñecas” no es un alegato a favor del feminismo, que “el portazo de Nora” no supone sólo su liberación, sino el principio del cambio de un mundo anquilosado, intransigente, incapaz de comprender… Amelia Ochandiano estima que “Casa de muñecas” es un clásico humanista; pero Henrik Ibsen, en su momento manifestó lo siguiente: “Nuestra sociedad es masculina y hasta que no entre en ella la mujer no será humana”. Me pregunto porqué la directora de este montaje ha precisado lo primero… Quizá no quiera que en un tiempo tan dado a demagogias se limite o menoscabe el mensaje que tan sabiamente nos dejó el autor noruego. Pero “Casa de muñecas” sí es un alegato a favor de la mujer, una mujer que con o sin portazo intentará cambiar el mundo, para hacer de él un lugar más habitable, una mujer que quiere mirar de frente al hombre, sin tener que levantar su cabeza para hacerlo, una mujer que no necesita la protección asfixiante de un hombre que la ve, la mira, la considera una niña eterna. Y en el fondo, creo que así lo piensa la directora, al incluir en el programa de mano la foto de una muñeca que llora. Una muñeca de tela cuya boca está cosida para que no hable, para que no se exprese… Una muñeca sin voz.

Sobre el escenario vemos una casa amplia. Con el mobiliario imprescindible. Varias aves disecadas intentan adornar el lugar. Una de ellas prende del simbólico techo, quiere volar. Es navidad y el matrimonio acaba de mudarse. Nora parece ser feliz, aunque intenta evitar ante su marido algún comportamiento que éste gusta de reprobar. ¿Qué hay tras las carcajadas infantiles de Nora. Qué hay tras el protector amor de su marido? Podríamos preguntarnos… Una realidad pronta a derrumbarse. Sus cimientos son demasiado frágiles como para soportar las mentiras elaboradas por una mujer que no ha querido herir el orgullo masculino de su marido.

A medida que la obra transcurra y vayamos descubriendo la realidad en la que sobrevive Nora, el salón donde todo tendrá lugar, irá quedando más limpio, más desierto. Las ropas de los personajes irán siendo más sencillas, más simples, más auténticas. La verdad de todos y cada uno saldrá a la luz para decirnos cómo será el tiempo que vendrá tras el milagro que espera Nora. Cristina, su amiga, viuda e independiente, encontrará a un compañero al que amar. El Doctor Rank, quizá el único hombre que ha querido bien a Nora, será el ejemplo auténtico de la dignidad, con tan sólo una carta marcada con una cruz y, por último, Krogstad, empleado de su marido y antiguo estafador, reconocerá su pasado y también su presente para decir la verdad y comenzar una nueva vida junto a la mujer que siempre amó…

Nora tendrá ante sí no el milagro que esperaba, sino la valentía marcada por la tristeza para hablar con su marido por primera vez, y marcharse de esa casa. Sin portazos. Dejando las puertas abiertas para que entre el aire de un nuevo mundo, mientras Helmer contempla atónito cómo “su muñeca” de pronto ha cobrado vida y voz.

La propuesta dirigida por Amelia Ochandiano es magnífica. Silvia Marsó es una Nora maravillosa. Niña cuando así la ve su marido y tristemente adulta cuando se dirige hacia él intentando que descubra sin éxito quien realmente es. Roberto Álvarez como Helmer también lleva a cabo un trabajo magnífico, así como Pedro Miguel Martínez, dando vida al Doctor Rank, cómplice incondicional de Nora. Todos los intérpretes están a la altura de un texto siempre actual, siempre conmovedor, más aún si cabe con ese final sin portazos, suave, casi dialogante, sutil, femenino… Quizá esa puerta abierta se escuche más y mejor que el clásico portazo…

Sofía Basalo.

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