sábado, 18 de junio de 2011

AL FINAL DEL ARCO IRIS (Enero 2011)



AL FINAL DEL ARCO IRIS.

Teatro Marquina.

Autor: Peter Quilter.

Directores: Eduardo Bazo y Jorge de Juan.

Intérpretes: Natalia Dicenta, Miguel Rellán y Javier Mora.

HABITANDO A JUDY…

“No se puede interpretar a Judy Garland, tan sólo puedes habitarla”. No se puede tratar de imitar a alguien que fue inimitable. No se puede homenajear a una figura sin entrar de lleno en ella, sin comprenderla, sin penetrar en sus contradicciones, en sus deseos, en su búsqueda, en sus inseguridades, en su fragilidad. Una persona lo es en su integridad; lo es con sus luces y sus sombras; lo es en los triunfos y en los fracasos; lo es en su cenit y en su ocaso… No se podía homenajear a Judy Garland sin entrar de lleno en la mujer, en la infancia no vivida de la niña de la gran voz, en la adolescencia robada de Frances Ethel Gumm, en la madurez inmadura de la mujer que se quedó a este lado del arco iris, soñando con ese “algún lugar más allá” donde todo puede ser posible, hasta la felicidad… Y no se trata de buscar el morbo… No se trata de eso... Se trata de admirar sin más, de admirar su fortaleza, cualidad que tal vez ella siempre ignoró; admirar su enorme capacidad para sobrevivir, para caminar a trompicones, para “galopar a través del sendero de baldosas amarillas” a pesar de todos aquellos que le repitieron hasta la saciedad que no era bonita, que era gorda, que no daba bien en cámara… Admirar su integridad y su consciencia. Ella sabía muy bien en qué se había convertido, en qué la habían convertido, quizá le faltó fuerza para desaprender y olvidar más de treinta años de anfetaminas, sedantes y alcohol. Quizá le faltó valentía para aceptar la propuesta de su fiel pianista y vivir sencillamente, alejada de las luces, de los focos, de los aplausos, de los ojos expectantes…

El texto de Peter Quilter refleja perfectamente la dualidad de esta pequeña gran mujer. Nos muestra con un respeto e incluso afecto absolutos los últimos meses de la artista y de la mujer.

Sobre el escenario somos testigos directos de los últimos conciertos de la Diva, de sus nervios, de su pánico escénico, de sus excentricidades, de las dudas encerradas en las cuatro paredes del hotel en el que se alojaba junto a su quinto marido Mickey Deans (Javier Mora), de la necesidad de abandonar todo… incluso las dichosas pastillas… de su incapacidad para hacerlo…

Natalia Dicenta es Judy Garland. Lo es en la voz, en los giros al hablar, en los ademanes, en su acento, en los gestos... Sabemos que hace un año recibió esta oferta y desde ese instante, la actriz, trabajadora incansable, se ha documentado, ha visionado mil y un vídeos, ha aprendido más aún de “una de las más grandes mujeres y artistas que dio el siglo pasado”. En alguna entrevista ha manifestado que su afán era comprender a esa mujer; me ha sorprendido esa afirmación, pues creo que sin dicha comprensión, su trabajo no hubiera sido el mismo. Y he de reconocer que Natalia Dicenta lleva a cabo una labor más que excelente.

No se quedan atrás sus dos acompañantes sobre el escenario. Javier Mora, Mickey Deans, quinto marido amante de la estrella, no de la mujer y Miguel Rellán, el fiel e incondicional compañero de escenario; capaz de abrirle las puertas de una vida sencilla, lejos de las bambalinas, de la presión y de las drogas... El fiel y leal compañero hasta en su último paseo, a pesar de la negativa de una mujer que se sintió demasiado débil como para volver a empezar… Miguel Rellán, magnífico como actor y genial como pianista y director de la pequeña orquesta que sobre el escenario y tras un semi-transparente tapiz, acompañará en riguroso directo a Natalia-Judy en diez de los temas más conocidos de la homenajeada.

Todo en esta propuesta es perfecto. La escenografía, la dirección, los tres intérpretes. Todo en esta obra de teatro musical está a la altura de quien defendió el nombre que brilla al fondo del escenario en el momento en el que Natalia Dicenta canta “Get Happy”… Todo, salvo algo que quizá no dependa de quienes han llevado a cabo este proyecto. Ya que homenajeamos a Judy Garland. Ya que acaba la función y “el respetable” abandona las butacas mientras a través de la megafonía se escucha la canción “Somewhere over the rainbow”… Por favor, señores del Teatro Marquina, no me coloquen una versión actual, cantada por un caballero de no recuerdo qué nombre… “pinchen” una de las innumerables versiones que dejó para la posteridad Frances Ethel Gum… ¿No creen que eso es lo indicado…?

Sofía Basalo.

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