domingo, 10 de abril de 2011

CELEBRACIÓN. (Diciembre 2010)

CELEBRACIÓN.

Sala Francisco Nieva. Teatro Valle-Inclán.


Autor: Harold Pinter.
Traducción: Ana Riera. Director: Carlos Fernández de Castro. Intérpretes: Miguel Rellán, Gabriel Garbisu, Jesús Cisneros, Sergio Otegui, Lola Baldrich, María Casal, Rodrigo Mendiola y María José del Valle, entre otros.

REVELADORA RADIOGRAFÍA DEL SER HUMANO…

Quizá sea inútil intentar romper el juego social, la red social a través de la que caminamos… Quizá sea inútil intentar vencer el silencio áspero con el que a veces nos responden “los otros”, el desdén impasible que azota nuestra zona más débil y frágil… Quizá sea inútil intentar mantener encendida la luz que alienta nuestra humanidad… Quizá “el protagonista”, el eje central de esta pequeña gran obra, de esta exhaustiva radiografía humana, sea un camarero ansioso por comunicarse, por compartir determinados capítulos de su vida, por ser persona en un medio en el que no está permitido, en el que no está valorado, en el que su palabra, su gesto, su sonrisa, molesta, estorba, resulta impertinente e incluso indeseable… Quizá “el protagonista” de esta pequeña gran obra intenta romper el esquema a través del que estos personajes se sitúan, el esquema a través del que estos seres actúan, el esquema que dicta cómo deben hablarse, cómo deben mirarse, cómo deben sentarse en torno a una mesa que abraza a duras penas la tensión que se respira entre tres parejas que no se aman, entre dos hermanas que se desconocen, entre dos hermanos que no han aprendido a quererse, entre un banquero que ha de tener bajo control todo lo que le rodea y una secretaria que sabe a la perfección que éste nunca deberá ver en ella la necesidad de afecto, la necesidad de aprobación, su dependencia afectiva… Cómo bien ha escrito el director de esta puesta en escena, Harold Pinter no ofrece respuestas. El autor dispone ante nuestros ojos una situación, unos personajes, unas relaciones afectivas y sociales. El autor provoca en “el protagonista” una determinación, una reflexión… Para que el espectador piense, concluya qué será de la historia que nunca acaba de contar nuestro más que agradable camarero (Miguel Rellán)… Para que el espectador determine que de nada servirá ser digno por una vez, colgar el delantal y poner sobre la mesa la propina humillante con el que le obsequió un beodo cliente… Para que el espectador vea que más allá de las paredes del mejor restaurante del universo, caminan oídos sordos, ojos ciegos, seres individualistas que ni tan siquiera saben pensar en sí mismos, pues si lo hicieran las reglas de este juego serían muy distintas. Me ha gustado esta “celebración” triste y funesta. Me han gustado la puesta en escena y el trabajo de un director que nos ha regalado las características de cada personaje en cada gesto, en cada mirada, en el modo en el que finalmente se sientan en la mesa que une sus cenas: Todos los comensales agrupados, frente al banquero (Jesús Cisneros) el hombre que ha de controlarlo todo, el hombre que debe tener a todos y cada uno a la vista. El hombre que no necesita afecto, que desprecia todo lo que “huela” a amor, que ha convertido el trabajo en su centro vital. A su lado, una antigua secretaria (María Casal), que lo ama quizá, y que por todos los medios intenta ocultar ese sentimiento; conoce bien al que tiene delante y sabe de sus carencias, quizá por ello no pudo olvidar a su primer amor (Sergio Otegui), como tampoco lo olvidó él, mientras piensa: “Se enamoró de mí”. Esta afirmación nos provoca una pregunta: “¿Estos matrimonios se querrán. Estarán enamorados. Sabrán querer estas personas. Los habrán querido alguna vez?” Y las respuestas nos las ofrecen algunos fragmentos de una conversación agridulce, a través de la que se escapan los capítulos más tristes de un paraíso infantil que nunca fue… Alrededor de los comensales sobrevuelan los empleados de este distinguido restaurante. Empleados que contemplan impasibles la desazón de sus clientes, la tristeza de sus clientes, su insatisfacción. Saben mantener su posición, siempre al otro lado de la línea que marca la intimidad, el ámbito personal e intransferible del que no quiere ser ayudado, del que no quiere ser escuchado porque no quiere escuchar, del que va simplemente a lo suyo porque lo del otro le importa más o menos nada… Perfecto análisis del ser humano perdido en una sociedad presta a naufragar… Perfecta celebración de una inhumanidad que nos abraza absorta en sí misma…

Sofía Basalo.

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