domingo, 1 de mayo de 2011

DÍAS ESTUPENDOS (Octubre 2010)

DÍAS ESTUPENDOS.

Teatro Valle-Inclán. Sala Francisco Nieva.

Autor y director: Alfredo Sanzol.
Intérpretes: Paco Déniz, Elena González, Juan Antonio Lumbreras, Natalia Hernández y Pablo Vázquez.

... RECUERDOS DE VERANO…

El verano es una época de risas, de posibilidades recién nacidas, de instantes infinitos, de ilusiones jóvenes y repletas de vida. En el verano habita el paraíso de la infancia y de la eterna adolescencia, cuando los sueños son realidades posibles, cuando la imaginación nos devuelve los ecos de un ayer luminoso y vibrante, cuando la mente vuela y nos eleva junto a ella a otros mundos, a otras vidas, cuando una voz cálida y sugerente nos dice que tenemos todo a nuestro favor para colorear la cotidianidad que nos rodea…
En el verano la realidad y los sueños se dan la mano para hacernos felices durante un mes, quince días, una semana, un fin de semana, un solo día…
Este espejismo ha subido al escenario del Teatro Valle-Inclán para colocarnos ante nuestros recuerdos, para invitarnos a evocar nuestros veranos, nuestros días estupendos… pero ¿fueron verdaderamente estupendos? Así nos lo dice nuestra memoria, facultad selectiva que sólo nos devuelve el dulce sabor del ayer; así nos lo dice el pasado siempre presto a la nostalgia…
Alfredo Sanzol ha elaborado una obra teatral cuya estructura se asemeja a la memoria, a cómo ésta nos devuelve el pasado, a cómo esta nos habla, nos dice que fuimos… Así, a lo largo de una hora y media se suceden dieciséis historias, dieciséis momentos perfectamente amalgamados, que exigen mucho de los actores que los interpretan y que logran Ser con total veracidad, en un momento determinado, en un tiempo indefinido.
Cada una de las historias que ante nuestros ojos se representa lo hace cargada de emociones, de recuerdos, de sensaciones que alcanzan su mayor grado en la despedida, en una canción “hortera” según su compositor y el mismo Alfredo Santol, en unas notas musicales que aún así nos conducen directamente a nuestras despedidas, a nuestros “adioses”, a nuestros estíos, y en una llamada que quizá no se debió producir porque al hacerlo estropeó ese momento que ya se convirtió en pasado. Cada uno de los instantes nos regala unas risas que vuelven a estar vivas, una melancolía que dormía quizá en la cotidianidad que nos abruma, un deseo que olvidamos entre la inmensa responsabilidad con la que el presente nos carga… y De repente, nos encontramos a esa futura madre que nos hace testigos de una conversación callada, entrañable, una conversación que mantiene con su futuro hijo, una conversación que se desarrolla en una sola dirección, aunque nos señala… diciéndonos que sólo seremos perdedores si dejamos enterrada nuestra inocencia, nuestra capacidad para soñar, para creer en el otro, para pensar que todo puede ser posible, para ver, dibujar, pergeñar entre infinitos amaneceres… días verdaderamente estupendos…
Tal vez esta obra que completa una trilogía que nunca tuvo intención de ser, no nos ofrezca nada del otro mundo… pero, como he leído en algún medio de comunicación, nos la merecemos, nos merecemos esos recuerdos, nos merecemos esa memoria, nos merecemos ese impulso para continuar conjugando días maravillosos… Sobre todo cuando quienes nos invitan a hacerlo lo hacen tan estupendamente bien.

Sofía Basalo.

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