jueves, 12 de agosto de 2010

POR EL PLACER DE VOLVER A VERLA (Marzo 2010)


POR EL PLACER DE VOLVER A VERLA.

Teatro Amaya.

Autor: Michel Tremblay.
Dirección y adaptación: Manuel González Gil.
Intérpretes: Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza.

SIMPLEMENTE GRANDES.

Un dramaturgo aprovecha su profesión para homenajear a aquélla que siempre habrá de habitarlo y habitarnos; aquélla que le descubrió su pasión por el teatro, aquélla que nos descubre todas las pasiones; aquélla de la que jamás podrá vaciarse, de la que jamás podremos vaciarnos, pues no hay vacío cuando el amor es el que nos hace. Es ésta una obra pequeña, intimista, incluso fácil. ¿Cómo no empatizar con los sentimientos que coloca sobre el escenario “Miguel”. Cómo no emocionarse con el viaje hacia la infancia que inicia un hombre que nos habla del placer de volver a ver a la única mujer que jamás se va de nuestras vidas. Cómo no llamar al éxito con una obra eminentemente emocional, evocadora, vestida de la inocencia de unos recuerdos que son en presente, que son una verdad que sobrepasa majestuosa, a una realidad cruel y teñida por el color gris de un tiempo que pasa, que transcurre y que nos deja absolutamente solos. Cómo no ganarse al resto del mundo con un final tan irreal como deseable?
El impulso de esta obra es, repito, fácil, demasiado fácil. En sí misma, no tiene nada de particular; ni tan siquiera el misterio del teatro, pues todo se hace cara al público. El protagonista nos introduce en sus recuerdos, en su pasado. Ese tiempo pretérito se hace real de la mano de los técnicos y a veces, se funde con el presente, rozando la magia, gracias a la química que incuestionablemente existe, respira, Es, entre estos dos intérpretes; tanto es así, que si hubieran sido otros quienes nos hubieran invitado a recordar, esta obra pasaría sin pena ni gloria. Si hubieran sido otros quienes nos regalasen este placer no podríamos saborearlo de la misma manera; también es cierto que otros no lo abrazarían como ellos, otros no lo envolverían con el mismo mimo; otros no habrían sabido hacerlo con la exquisitez que se respira sobre el escenario del Teatro Amaya. Lamentablemente, no podemos decir que este proyecto esté a la misma altura que la recordada “Hoy el diario de Adán y Eva, de Mark Twain” y sin embargo, es inimaginable no rendirse ante el trabajo de Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza. Ellos hacen grande un proyecto pequeño. Ellos envuelven la cotidianidad de Magia. La Magia de un teatro repleto de emociones y de una profesionalidad que nos conduce hacia un territorio donde todo puede ser posible. Es, en definitiva, el placer de volver a verlos lo que hace Grande la conmoción de sentir, de nuevo, el calor del rostro de nuestras madres, en la madre de Miguel.

Sofía Basalo.

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