PREGÚNTAME POR QUÉ BEBO.
Teatro Arlequín.
Director: Jesús Cracio.
Intérpretes: Ramón Langa y Juan Polanco.
… PORQUE ME GUSTA.
Por enésima vez, se llena el eterno recipiente. Los labios de alguien se acercan ávidos en busca del infalible elixir que lo conducirá hacia el paraíso.
Le gusta no sentirse. No encontrarse en el asfixiante día a día, en la incolora cotidianeidad, en su insípido ser. Le gusta desembarazarse de sus palabras, de sus reiterados fracasos, de sus envidias insanas. Le gusta imaginar que dormirá cobijado en los brazos de alguien, arrullado por el canto dulce de alguien, arropado en los labios generosos de alguien. Le gusta alzar el telón, cada tarde, para convertirse en el auténtico protagonista de un cuento maravilloso. Le gustan los finales felices aunque, para ello, tenga que beberse de un trago el planteamiento y el nudo de ese cuento. Le gusta no saberse él, aunque a la mañana siguiente se sepa y no se reconozca.
Después de algunos años regresa a la cartelera madrileña el excelente y “falso” monólogo, escrito por Juan carlos Ordóñez: “Pregúntame por qué bebo”.
De nuevo, Ramón Langa, se convierte en Adriano Alaya; el fracasado hombre de negocios, vestido de éxito y desnudo de autoestima.
El escenario del Teatro Arlequín abre las puertas y se transforma en el confesionario inmejorable de nuestro protagonista: “La Chabola”, el bar al que, cada noche, puntuales, aterrizan los sueños de este “borracho ilustrado”. El bar donde lo espera cansado a veces, entristecido siempre, “Luisito” (Juan Polanco), el mudo camarero. El personaje más difícil, más sufrido y, en su momento, más cruel y contundente.
Ramón Langa se sumerge en las entrañas de un rol complicado y tremendamente rico. El humor inteligente y la amargura que subyace en sus palabras, cobran, en la interpretación de Langa una fuerza y una veracidad casi hirientes. Éste es el valor de su interpretación. La mesura y el ir más allá del “típico borracho” gracioso y payaso, en ocasiones, para presentarnos a un hombre solo; incapaz de mirarse a sí mismo e incapaz de ser quien fue una vez… Quizá no se gustase demasiado.
La cruda realidad que nos presenta este montaje, es el valor que ha hecho posible su regreso a los escenarios de nuestra capital.
“Porque me gusta” es una de las muchas respuestas que Adriano Alaya pronuncia esa noche, ante la indiferencia, aparente, de Luisito. Una respuesta que emerge del nirvana alcohólico en el que ese hombre de negocios logra olvidar sus promesas, su soledad, su indefensión y su teléfono móvil…
Sólo dos palabras bastarán para devolverlo al mundo real, a su reflejo oscuro, nebuloso y gris: “Hasta mañana”.
El mudo camarero ha hablado. El escenario ya está oscuro. Fin del viaje. Ya no habrá respuesta alguna para esa impertinente pregunta…
Sofía Basalo.
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