AFTERPLAY.
Sala pequeña del Teatro Español.
Autor: Brian Friel.
Director: José Carlos Plaza.
Intérpretes: Blanca Portillo y Helio Pedregal.
RETRATO DE DOS SOLEDADES.
Poco a poco se va haciendo la luz en la sala pequeña del Teatro Español. Mientras tanto, en la penumbra, llegan al espectador las voces de distintos personajes que quedaron atrapados en las páginas cerradas de un libro, de dos libros. Las quejas de una joven que vio cómo el amor se le escapaba de sus días mientras optaba por esperar... Los gritos de dos hermanas que depositaron un sueño irrealizable en la voluntad cansada de un hermano sin un sueño por soñar... las voces se alejan. Dan paso a la débil voz de un violín... en una gélida mañana... ante el espectador, a través de una luz velada, de foto antigua, una mujer sentada ante una mesa repleta de papeles añejos. A su lado, lejos aún, un hombre abrazado a un violín. Ambos en silencio. Cesa la música. El espectador abre un nuevo libro. Aquel que hace posible el encuentro, veinte años después, de dos seres que quedaron atrapados en el inconcluso final de dos historias. Ella es Sonia, sobrina de Tío Vania. Él, Andrei, casado con Natasha... solo ya. ¿Qué ha sido de ellos. Qué es de los personajes de un libro. Qué es de sus esperanzas, de sus ganas de luchar, de sus ansias por vivir, de las ganas de ser feliz que descubrimos en sus ojos aquella vez que nos atrevimos a adentrarnos en su finito mundo... Qué es de su soledad?
Él, Andrei, (Helio Pedregal) se aproxima a la mesa que ocupa Sonia (Blanca Portillo) con una familiaridad que le extraña. De nuevo se presentan, recuerdan la noche anterior, ella cae en la cuenta... y una noche más, crece en el ambiente de ese desconocido café la necesidad del otro, la perentoria urgencia de la compañía, de la confesión, de la palabra, de la mirada que, a su vez, nos mira, nos acierta a ver y nos comprende... aunque la excusa sean unos sabañones, unos árboles, abedules, para más señas... una noche en el magnífico teatro de la ópera... escuchando La Bohème... de Puccini... un puñado de frágiles mentiras, una espera condenada a no terminar nunca... ¿qué importan las excusas? Son dos soledades que se hacen compañía en un lugar y un tiempo indeterminados. Un lugar y un tiempo en los que todo puede ser...
Pocas veces, muy pocas veces se le da la oportunidad al espectador de conocer las vidas posteriores de dos personajes de ficción que quedaron truncadas, abiertas, inconclusas en el final de una obra. Esto es lo que ha hecho Brian Friel, imaginando una conversación entre dos personalidades creadas por el escritor ruso Anton Chejov. La intimidad de la situación se ve potenciada por el recinto teatral en el que se vive cada tarde el encuentro emocionado de estos dos seres, personajes a los que desde un principio les habita una conmovedora humanidad que va asomando poco a poco, de forma pausada, en un perfecto ejercicio de contención... La desesperanzada espera de Sonia, la necesidad de ser amada, el valor infinito de una partitura cuyos ecos llevaron a Andrei ante el rostro de su hijo, el calor imperceptible de una caricia que se escapa involuntaria entre las risas provocadas por una tontería, capaz de elevarnos hasta una momentánea felicidad que nos hace escapar de ese algo ansiado y cada vez más lejano... Todo en esta propuesta nos invita a sentirnos testigos privilegiados de este encuentro. El texto revestido de una sensibilidad exquisita. La dirección llevada a cabo por José Carlos Plaza creando ese ambiente de película antigua, lejana, intemporal... eterna... La interpretación de dos grandes de la escena, en un duelo dificilísimo, donde dejan buena muestra de su total implicación con los seres a los que dan vida.
Concluye la noche. Sonia habrá de tomar el tren... nada hay que la retenga en Moscú... en un momento de pasión quizá, le propone a Andrei que vuelvan a verse, le propone a Andrei la posibilidad de mantener la comunicación... le dice que le escriba... intercambian sus direcciones... Él contagiado por la esperanza de Ella, comienza la carta... Sonia regresa a la mesa que anteriormente ocupó... le dice que no le escriba. Sería inútil, añade... nunca volveremos a encontrarnos... se conforma con las migajas de un amor soñoliento y cansado... la luz se atenúa... Él piensa en sus palabras... pero sigue escribiendo la carta... Un final desazonador quizá... pero, quién sabe si esas palabras se las dijo Sonia a sí misma... para no comenzar una nueva espera... quién sabe si esas palabras esconden la desesperada urgencia de esa carta... Él es ”tan efervescente” que quizá se vuelva perezoso y se encierre en su presente gris... quién sabe si la esperanza que ha nacido en ese músico... es la activa espera del que se afana por provocar la llegada de lo esperado...
”Afterplay” es, sin duda, una de esas pequeñas grandes joyas que de vez en cuando descubrimos en la cartelera Madrileña... o de cualquier otro lugar... es, una de esas pequeñas grandes joyas que te llaman, que te invitan a compartir la inigualable aventura del Teatro... con mayúsculas, por supuesto.
Sofía Basalo.
”Afterplay” es, sin duda, una de esas pequeñas grandes joyas que de vez en cuando descubrimos en la cartelera Madrileña... o de cualquier otro lugar... es, una de esas pequeñas grandes joyas que te llaman, que te invitan a compartir la inigualable aventura del Teatro... con mayúsculas, por supuesto.
Sofía Basalo.
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