CINCO HORAS CON MARIO.
Teatro Reina Victoria.
Autor: Miguel Delibes.
Dirección: Josefina Molina.
Intérpretes: Natalia Millán y Víctor Elías.
CUÉNTAME… PERO SIN MICRÓFONO, POR FAVOR.
… Mario está muerto… Pero no lo están la hipocresía, la insatisfacción escondida en los pliegues de un “saber estar” forzado, la soledad, la incomunicación, las costumbres vestidas de deseos enfermizos, la culpabilidad de quien se siente traicionada e incapaz de ser feliz…
… Mario está muerto… Con sólo 49 años y está muerto… lo tiene todo y está muerto… no ha sabido vivir porque no ha querido comprar un coche y está muerto… su cuñada llora desolada y está muerto… su mujer lo vela durante cinco horas y aunque en un momento dado parece que se mueve… Mario está muerto…
… Mario está muerto. Su féretro preside la biblioteca. A su izquierda una estantería cuyos libros han sido vueltos “cara a la pared” para que “los colorines de sus lomos” respeten el luto. Un poco más cerca del féretro, una mesa; sobre ella, una máquina de escribir y un termo. A la derecha cuatro sillas que irán cambiando de posición. Será Carmen Sotillos (su viuda) quien a lo largo de esas horas las mueva al sentarse, al ponerse en pie, al caminar, al pensar, al recordar, al sentirse viva, al encontrarse envuelta en el gris que la rodea…
Quizá la sociedad en la que Carmen sobrevive haya muerto. Quizá el texto de esta novela, además de ser espeso, esté pasado. Quizá no tengan lugar obras como ésta… Pero no se equivoquen. El personaje creado por Miguel Delibes es un reto para una actriz. La interpretación de la inmensidad de sentimientos que sobre el escenario experimenta, no está al alcance de cualquiera. Carmen Sotillos es una mujer como, por otro lado, lo eran todas aquellas que comulgaban con la mojigatería propia de una educación castrante, todas aquellas que comulgaban con los dogmas de la apariencia y la hipocresía, todas aquellas que soportaban una realidad gris por el miedo a abandonarse a los colores vivos del deseo y la autenticidad… De la vida misma…
Quizá no estemos en 1966… pero sus oscuros ecos a veces se escuchan… Su tenebrosa sombra a veces parece alargarse amenazando nuestra reconquistada libertad… Su lúgubre recuerdo planea en la memoria de más de una generación de españolitos y españolitas que viven el hoy con miedo, con precaución… Quizá no estemos en 1966 pero a veces cuesta mucho desaprender lo que la imposición metió en nuestras conciencias…
Hasta el momento, sólo Lola Herrera había dado vida a Carmen Sotillos. Tuve la oportunidad de verla hará unos seis o siete años, no lo recuerdo bien. Fue en el Teatro Real Cinema. He de admitir que no me acabó de convencer… No me acabé de creer a esa mujer… quizá porque estuve toda la obra “buscando el micrófono”… (Siento verdadera fobia a los micrófonos innecesarios, lo confieso)… Pero no salí muy convencida… El mismo temor sentí al conocer quién sería la “nueva Carmen”… Tras ver el extraordinario trabajo de Natalia Millán, admito mi error. Ésta camina por la multitud de sentimientos y remordimientos de la protagonista con una veracidad absoluta. Natalia Millán sirve al texto de un modo sobresaliente, ella es el instrumento y es y la vemos como Carmen Sotillos. Quizá la acertada escenografía o las acertadas luces que adquieren tonalidades violetas cuando surgen los deseos más íntimos de la insatisfecha mujer, le ayudan a sacar adelante un texto tan intenso y extenso… De cualquier manera, Natalia Millán no se queda atrás, incluso diría más, sin ver el primer montaje que interpretó Lola Herrera, me ha gustado mucho más la Carmen que respira a través de la voz y del rostro de Natalia Millán que la que respiró a través del trabajo de Lola Herrera, hace seis o siete años…
… Volviendo al micrófono… aquí también estuve un cuarto de hora más o menos “en busca y captura” del micrófono. Lo encontré muy bien camuflado entre el peinado de nuestra protagonista… aunque cuando la actriz se queda en combinación “el aparato” queda, también, al descubierto. No creo que éste fuera necesario. El Reina Victoria no es muy grande y Natalia Millán es lo suficientemente buena actriz como para que su voz se escuche perfectamente hasta la última fila del recinto. Éste es el único “pero” completo que le pongo a un montaje cuyo comentario debiera acabar aquí, pero no lo voy a hacer… y no por un ánimo “leñero” ni nada de eso… Es cierto que Víctor Elías (de Los Serrano) sale a escena diez minutitos o así, pero no está de más que una servidora le dé un consejito, un consejito que me podría guardar… pero no me queda sitio, disculpen. La tele no es el teatro y si en la tele se suele hablar rápido o quizá se permite hablar rápido, casi sin vocalizar… en el teatro no se puede, no se debe… Así que, Víctor, aunque sólo tengas dos o tres frasecitas, si las dices como es debido, “miel sobre hojuelas”… Por lo demás, sobresaliente para un montaje al que le sobra el micrófono.
Sofía Basalo.
Teatro Reina Victoria.
Autor: Miguel Delibes.
Dirección: Josefina Molina.
Intérpretes: Natalia Millán y Víctor Elías.
CUÉNTAME… PERO SIN MICRÓFONO, POR FAVOR.
… Mario está muerto… Pero no lo están la hipocresía, la insatisfacción escondida en los pliegues de un “saber estar” forzado, la soledad, la incomunicación, las costumbres vestidas de deseos enfermizos, la culpabilidad de quien se siente traicionada e incapaz de ser feliz…
… Mario está muerto… Con sólo 49 años y está muerto… lo tiene todo y está muerto… no ha sabido vivir porque no ha querido comprar un coche y está muerto… su cuñada llora desolada y está muerto… su mujer lo vela durante cinco horas y aunque en un momento dado parece que se mueve… Mario está muerto…
… Mario está muerto. Su féretro preside la biblioteca. A su izquierda una estantería cuyos libros han sido vueltos “cara a la pared” para que “los colorines de sus lomos” respeten el luto. Un poco más cerca del féretro, una mesa; sobre ella, una máquina de escribir y un termo. A la derecha cuatro sillas que irán cambiando de posición. Será Carmen Sotillos (su viuda) quien a lo largo de esas horas las mueva al sentarse, al ponerse en pie, al caminar, al pensar, al recordar, al sentirse viva, al encontrarse envuelta en el gris que la rodea…
Quizá la sociedad en la que Carmen sobrevive haya muerto. Quizá el texto de esta novela, además de ser espeso, esté pasado. Quizá no tengan lugar obras como ésta… Pero no se equivoquen. El personaje creado por Miguel Delibes es un reto para una actriz. La interpretación de la inmensidad de sentimientos que sobre el escenario experimenta, no está al alcance de cualquiera. Carmen Sotillos es una mujer como, por otro lado, lo eran todas aquellas que comulgaban con la mojigatería propia de una educación castrante, todas aquellas que comulgaban con los dogmas de la apariencia y la hipocresía, todas aquellas que soportaban una realidad gris por el miedo a abandonarse a los colores vivos del deseo y la autenticidad… De la vida misma…
Quizá no estemos en 1966… pero sus oscuros ecos a veces se escuchan… Su tenebrosa sombra a veces parece alargarse amenazando nuestra reconquistada libertad… Su lúgubre recuerdo planea en la memoria de más de una generación de españolitos y españolitas que viven el hoy con miedo, con precaución… Quizá no estemos en 1966 pero a veces cuesta mucho desaprender lo que la imposición metió en nuestras conciencias…
Hasta el momento, sólo Lola Herrera había dado vida a Carmen Sotillos. Tuve la oportunidad de verla hará unos seis o siete años, no lo recuerdo bien. Fue en el Teatro Real Cinema. He de admitir que no me acabó de convencer… No me acabé de creer a esa mujer… quizá porque estuve toda la obra “buscando el micrófono”… (Siento verdadera fobia a los micrófonos innecesarios, lo confieso)… Pero no salí muy convencida… El mismo temor sentí al conocer quién sería la “nueva Carmen”… Tras ver el extraordinario trabajo de Natalia Millán, admito mi error. Ésta camina por la multitud de sentimientos y remordimientos de la protagonista con una veracidad absoluta. Natalia Millán sirve al texto de un modo sobresaliente, ella es el instrumento y es y la vemos como Carmen Sotillos. Quizá la acertada escenografía o las acertadas luces que adquieren tonalidades violetas cuando surgen los deseos más íntimos de la insatisfecha mujer, le ayudan a sacar adelante un texto tan intenso y extenso… De cualquier manera, Natalia Millán no se queda atrás, incluso diría más, sin ver el primer montaje que interpretó Lola Herrera, me ha gustado mucho más la Carmen que respira a través de la voz y del rostro de Natalia Millán que la que respiró a través del trabajo de Lola Herrera, hace seis o siete años…
… Volviendo al micrófono… aquí también estuve un cuarto de hora más o menos “en busca y captura” del micrófono. Lo encontré muy bien camuflado entre el peinado de nuestra protagonista… aunque cuando la actriz se queda en combinación “el aparato” queda, también, al descubierto. No creo que éste fuera necesario. El Reina Victoria no es muy grande y Natalia Millán es lo suficientemente buena actriz como para que su voz se escuche perfectamente hasta la última fila del recinto. Éste es el único “pero” completo que le pongo a un montaje cuyo comentario debiera acabar aquí, pero no lo voy a hacer… y no por un ánimo “leñero” ni nada de eso… Es cierto que Víctor Elías (de Los Serrano) sale a escena diez minutitos o así, pero no está de más que una servidora le dé un consejito, un consejito que me podría guardar… pero no me queda sitio, disculpen. La tele no es el teatro y si en la tele se suele hablar rápido o quizá se permite hablar rápido, casi sin vocalizar… en el teatro no se puede, no se debe… Así que, Víctor, aunque sólo tengas dos o tres frasecitas, si las dices como es debido, “miel sobre hojuelas”… Por lo demás, sobresaliente para un montaje al que le sobra el micrófono.
Sofía Basalo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario