LA CASA DE BERNARDA ALBA.
Las Naves del Español.
Autor: Federico García Lorca.
Director: Lluis Pasqual.
Intépretes: Nuria Espert, Rosa María Sardá, Marta Marco, Teresa Lozano y Rebeca Valls, entre otras.
BERNARDA TAMBIÉN FUE MADRE.
Más allá de la masculina imagen del personaje lorquiano por excelencia, de la dureza de un alma abrazada eternamente a un bastón de mando, al poder de una sombra firme, dura, impasible… Más allá de las distintas miradas hacia Bernarda Alba, pasadas todas ellas por un tamiz inflexible. Más allá de las múltiples interpretaciones, de las numerosas actrices que han prestado su voz y su figura a este personaje, más allá de Ismael Merlo según dicen “La mejor Bernarda”, más allá de Irene Gutiérrez Caba y la magnífica película dirigida por Mario Camus, más allá de lo que siempre hemos visto, oído e imaginado tras las paredes blancas de una casa condenada a “algo terrible”, quizá siempre ha habido una mujer, una madre rota por sus palabras, por sus prejuicios, por un masculino espectro que en un momento dado cae al suelo, se derrumba y llora y se dice a sí misma: “Silencio. A callar he dicho. Nos hundiremos en un mar de luto” Seguramente, a Bernarda le duele ese mar de luto mucho más que a todas y cada una de sus hijas. Lluis Pasqual así lo cree y por ello nos ha mostrado a una madre que se ha de enfrentar a la frase que anteriormente dijo a una vecina: “Una hija que no obedece no es una hija, es una enemiga”. Pasqual nos ha enseñado un nuevo rostro de Bernarda. El rostro que nos habla de la humanidad de una mujer ahogada por los convencionalismos de una sociedad castrante.
Creo que ése es el valor de una propuesta, hecha con una verdad sobrecogedora. Una verdad que se cuela a través de las inexistentes paredes de una casa a la que observan la historia, los años, los ojos de un público que sabe qué va a pasar tras sus blancos muros, un público que está muy cerca de esas mujeres que sienten, lloran, gimen en silencio, luchan por un hombre que siempre fue ajeno, y que ansían una libertad que se evapora entre los días de un verano sofocante… Si Pasqual ha mirado a este personaje desde la humanidad, no menos han hecho las intérpretes que nos hablan desde las palabras de García Lorca. Sobresaliente para todas ellas y aún más, si cabe, para una Poncia-Sardá, soberbia.
Sofía Basalo.
Las Naves del Español.
Autor: Federico García Lorca.
Director: Lluis Pasqual.
Intépretes: Nuria Espert, Rosa María Sardá, Marta Marco, Teresa Lozano y Rebeca Valls, entre otras.
BERNARDA TAMBIÉN FUE MADRE.
Más allá de la masculina imagen del personaje lorquiano por excelencia, de la dureza de un alma abrazada eternamente a un bastón de mando, al poder de una sombra firme, dura, impasible… Más allá de las distintas miradas hacia Bernarda Alba, pasadas todas ellas por un tamiz inflexible. Más allá de las múltiples interpretaciones, de las numerosas actrices que han prestado su voz y su figura a este personaje, más allá de Ismael Merlo según dicen “La mejor Bernarda”, más allá de Irene Gutiérrez Caba y la magnífica película dirigida por Mario Camus, más allá de lo que siempre hemos visto, oído e imaginado tras las paredes blancas de una casa condenada a “algo terrible”, quizá siempre ha habido una mujer, una madre rota por sus palabras, por sus prejuicios, por un masculino espectro que en un momento dado cae al suelo, se derrumba y llora y se dice a sí misma: “Silencio. A callar he dicho. Nos hundiremos en un mar de luto” Seguramente, a Bernarda le duele ese mar de luto mucho más que a todas y cada una de sus hijas. Lluis Pasqual así lo cree y por ello nos ha mostrado a una madre que se ha de enfrentar a la frase que anteriormente dijo a una vecina: “Una hija que no obedece no es una hija, es una enemiga”. Pasqual nos ha enseñado un nuevo rostro de Bernarda. El rostro que nos habla de la humanidad de una mujer ahogada por los convencionalismos de una sociedad castrante.
Creo que ése es el valor de una propuesta, hecha con una verdad sobrecogedora. Una verdad que se cuela a través de las inexistentes paredes de una casa a la que observan la historia, los años, los ojos de un público que sabe qué va a pasar tras sus blancos muros, un público que está muy cerca de esas mujeres que sienten, lloran, gimen en silencio, luchan por un hombre que siempre fue ajeno, y que ansían una libertad que se evapora entre los días de un verano sofocante… Si Pasqual ha mirado a este personaje desde la humanidad, no menos han hecho las intérpretes que nos hablan desde las palabras de García Lorca. Sobresaliente para todas ellas y aún más, si cabe, para una Poncia-Sardá, soberbia.
Sofía Basalo.
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