lunes, 2 de noviembre de 2009

ADULTERIOS. (AGOSTO 2009)


ADULTERIOS.

Teatro Maravillas.

Autor: Woody Allen.
Adaptación: Nacho Artime.
Dirección: Verónica Forqué.
Intérpretes: María Barranco, Miriam Díaz-Aroca, Fermí Herrero, Fernando Acaso Y Paloma Bloyd.



UNA COMEDIA MARAVILLOSA Y UN TEATRO AL QUE LE SOBRA EL NOMBRE…

Aunque últimamente parece que la risa sólo la ocasionan la vulgaridad y los chistes fáciles, intuía que su origen también podía hallarse en un texto inteligente, en unas interpretaciones impecables, en una dirección genial; en una buena propuesta, en definitiva. Como soy un poco “cabezota”, no he querido abandonar la esperanza de asistir a una comedia elaborada con talento y tal estado ha resultado satisfecho, doblemente satisfecho, diría, porque es muy difícil valorar positivamente algo cuando al mismo tiempo estás padeciendo el mal diseño del lugar, la mala planificación del recinto teatral, su deficiente boceto… es muy difícil ser objetivo cuando todos esos factores te obligan a permanecer una hora y media de pie, sin aire acondicionado y con una señora al lado a la que le molesta el ruido de un abanico… Cuando un teatro nos pone más que difícil algo tan obvio como ver la función. Un teatro que ha sido remodelado, abierto al público nuevamente hará tres años más o menos y para más inri, de la mano de gente de teatro, cuyos padres y abuelos han hecho teatro toda la vida… Como apuntaba unos renglones más arriba, una servidora vio la función de pie, de principio a fin (afortunadamente me dieron la última fila, porque si “me toca” otra más allá de la décima, hubiera estado condenada a ver las cabezas de las personas que se me hubieran sentado delante) y a pesar de ello, pudo entrar de lleno en las tres historias de amor y desamor que en el despacho de una peculiar psicoanalista estaban teniendo lugar; en las hilarantes y lapidarias frases que volaban de un personaje a otro con agilidad y acertada entonación; en el buen trabajo de Miriam Díaz-Aroca, actriz por la que quien escribe apostaba más o menos, nada; en las situaciones quizá exageradas en extremo al final de la obra y que sin embargo el público cree de lleno, hasta distinguir en los personajes a algún que otro conocido.
El tema central seguramente está más que trillado pero por ello no deja de ser eterno, tanto como el ser humano, dispuesto siempre a caer en la trampa de los afectos envueltos en palabras que no quieren decir nada, dispuesto a la falsa insatisfacción que nos impide ser nosotros mismos, dispuestos a querer más de lo que poseemos, dispuestos a no valorar aquello que se sienta cada tarde a nuestro lado… dispuestos a jugar con nuestros semejantes sin importarnos su dolor, sus sueños, sus ilusiones… Por esta razón, por la inteligencia de su autor y, cómo no, por el buen trabajo del equipo que la ha traído a España, esta comedia se escribe con mayúsculas. Algo maravilloso se respira, pues, en un teatro al que, lamentablemente, no le va su nombre.

Sofía Basalo.

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